"Teatro dentro del teatro", escribió el editorialista de El Mundo el pasado lunes, nada más que -lo sé de muy buena tinta- para sacar provecho de su reciente lectura de Hamlet. Le fascinó la representación que Shakespeare monta dentro de la representación misma y quería comunicárselo a la ciudad y el orbe.
Pero lo ocurrido en la Ejecutiva del PSOE el pasado lunes, con segunda versión ayer en la reunión del Comité Federal, no tiene nada que ver con el drama íntimo del príncipe de Dinamarca. Hamlet sufría porque había jurado castigar a los asesinos. No es propiamente el caso.
Puestos a hablar de teatro dentro del teatro, lo de Felipe González y su cohorte se emparenta mucho más con la trama de otra pieza: La persecución y asesinato de Jean-Paul Marat, escenificada por los enfermos del sanatorio de Charenton bajo la dirección del marqués de Sade, de Peter Weiss, obra que -por muy comprensibles razones de economía- es conocida como Marat-Sade.
En la obra de Weiss, los actores representan que son locos -y enfermeros- de un manicomio francés, que están representando a su vez una obra en la que hacen de personajes de la Revolución Francesa. Lo hacen por incitación de Sade, que también está recluido en el sanatorio mental y que es quien dirige los hilos de la trama.
El programa doble que se ha exhibido estos días en el escenario de Ferraz tiene notables semejanzas con la obra de Peter Weiss. Para empezar, ha sido representado por gentes que tampoco parecen estar muy en sus cabales. En segundo lugar, ellos también fingen que son personajes históricos, de verbo inflamado y corazón henchido de nobles propósitos de cambio social. El conjunto de la representación está dirigido igualmente por un tipo que, al igual que Donaciano Sade, alterna momentos de espantable lucidez con otros en los que la mente se le hunde en los infiernos de una notable paranoia que él -bondadoso consigo mismo- califica de «ciclotimia».
La similitud de este Ferraz-Sade con la obra de Weiss llega más lejos. Porque esos individuos que parecen locos y deambulan por la escena política lanzando gritos y soflamas grandilocuentes también son, como en Marat-Sade, actores que cobran por hacer su papel.
Marat-Sade es una obra muy difícil de representar. Peter Brook llevó al cine en 1967 una versión estremecedora. Marsillach la puso en castellano con mucho éxito.
La calidad de la representación de Ferraz-Sade está por determinar. En marzo sabremos qué parte del público la considera convincente.
A mí la puesta en escena me pareció aburrida. Pero quizá es que he visto la obra demasiadas veces.
Javier Ortiz. El Mundo (23 de diciembre de 1995). Subido a "Desde Jamaica" el 5 de enero de 2013.
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