Desde Jamaica

Pues bien, la verdad, qué quieren que les diga: estoy encantado. Comprendo que mi punto de vista pueda resultarles chocante, pero no lo ocultaré: el follón actual me parece de perlas.

Compréndanme. Muchos se están desayunando ahora, dándose cuenta de que nos gobierna una banda de jetas con menos moral que una almeja. Pero otros, entre los que se cuenta este servidor de ustedes, nos lo sabíamos ya hace más de doce años. Hablan ahora de desasosiego. Para desasosiego, el que nos producía ver cómo se iban cargando todo -empezando por la rebeldía social, siguiendo por la industria, continuando por los medios de comunicación, acabando por el espíritu de solidaridad-, mientras la gran mayoría les reía las gracias y se las pagaba en votos.

Claman ahora, día sí día también, pidiendo «sosiego». En algunos, lo entiendo perfectamente: en medio de la suspicacia general se les pone muy difícil seguir mangoneando, y eso les fastidia. Es lógico. Otros quieren «sosiego» porque temen que, de seguir el «desasosiego» actual, acabe por descubrirse lo suyo. También es comprensible. Pero los hay que se apuntan a las demandas de «sosiego» con total ingenuidad, porque han oído decir que el «clima de crispación» dificulta la recuperación económica, y se lo han tragado. Desengáñense: lo que más frena el despegue real de la economía -bueno: y la revitalización de la vida cultural, y la transparencia política, y hasta la pesca de la anchoa, si me apuran- es que esa gente siga en el Poder. Culpar de los vaivenes que sufre el país a quienes denunciamos las tropelías de los que lo llevan a la deriva es como echar la culpa de la ruina de un edificio al experto que, tras un peritaje, dictamina que los cimientos están podridos. ¿Qué? ¿Preferirían que nadie les avisara y hundirse un día con la casa?

Me encanta el desasosiego. Soy feliz con la crispación. No quepo en mí de gozo cada vez que les oigo decir y repetir que «el clima es irrespirable». ¡Ojalá lo fuera más aún para ellos! Cuando hablan así, revelan que no se sienten seguros, que se angustian con la perspectiva de pasar a engrosar la lista de los desenmascarados. Porque saben perfectamente que han estado enmascarados: que disfrazaron su irrefrenable ambición haciéndola pasar por patriotismo y camuflaron sus negocios vistiéndolos con el ropaje del servicio público.

Ha habido que esperar mucho. Ha habido que aguantar mucho. Subieron muy alto en su ambición. Bueno, pues ha resultado peor para ellos: más dura va a ser su caída.

Si a eso le añadimos que ya empieza a despuntar la primavera, que los árboles verdean y las flores se asoman a los balcones -tímidas aún, pero ya en firme-, que el cielo está de un añil intenso y el aire es limpio en esta mañana en la que además no trabajo, ¿qué más puedo pedirle a la vida?

Soy feliz. La vida es bella. ¡Qué hermoso es el desasosiego!

Javier Ortiz. El Mundo (25 de febrero de 1995). Subido a "Desde Jamaica" el 28 de febrero de 2011.