Escribe hoy Eugenio Trías en El Mundo un interesante artículo: «El fanatismo es contagioso». Él se refiere a «el fanatismo», en singular, como fenómeno único, aunque no ignore -y precise oportunamente- que hay muy diversos fanatismos, de muy diferente justificación y de aún más divergentes intenciones, a veces incluso opuestas. Pero todos los fanatismos -como todos los odios, como todos los enamoramientos- responden a estímulos semejantes y presentan un modus operandi equivalente.
Hay un aspecto del artículo de Trías que no me convence nada de nada. Me disgusta su empeño por constreñir el adjetivo humano a la caracterización de las acciones «positivas» de nuestra especie, reservando para las «negativas» la calificación de inhumanas. No tengo nada en contra de la poesía, pero no creo que pinte demasiado como instrumento de análisis. La observación empírica de la Historia -y de la actualidad- demuestra que buena parte de los comportamientos que Trías califica de «inhumanos» no sólo son humanos, sino exclusivamente humanos. Ninguna otra especie animal incurre en ellos.
Dejando esto de lado, vale la pena detenerse en la caracterización que hace Trías de los fanáticos y de la fascinación que éstos ejercen sobre determinados espíritus necesitados de formulaciones unívocas, ávidos de concepciones contundentes e incapaces de caminar por su propia cuenta sobre las arenas movedizas -y necesariamente contradictorias- de la realidad. El fanático, que todo lo tiene clarísimo, que aprueba o condena a la velocidad del rayo y dispone siempre de alguna guerra santa prêt-à-porter (así sea laica), es una auténtica peste para la relación entre los humanos, necesaria incluso en caso de enemistad inevitable y manifiesta. Hasta la guerra tiene sus leyes y normas de comportamiento.
Es apreciable la denuncia que hace Trías del fanatismo presuntamente antifundamentalista que tantos mentores ha encontrado en los países del mal llamado Occidente, lo mismo que su crítica del uso fetichista del término Islam, grosera simplificación donde las haya.
Recientemente me encontré con Trías, al que conozco de cuando ambos éramos miembros del Consejo Editorial de El Mundo (él lo sigue siendo). Estuvimos hablando precisamente de fanáticos, sólo que de modo nada teórico: con nombres y apellidos.
Trías y yo tenemos ideas políticas muy diferentes, pero en este capítulo coincidimos a toda velocidad.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (29 de junio de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 1 de mayo de 2017.
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