Un tipo de personaje que frecuenta cada vez más nuestra actualidad política es el del supuesto experto en una determinada materia que expresa opiniones políticas presentándolas como juicios científico-técnicos inapelables.
Ahora abundan, por ejemplo, los que sostienen con aire muy docto que Cataluña no puede definirse como nación porque no reúne las características necesarias. Si dijeran que no puede hacerlo porque la Constitución no lo permite, estaríamos en otra discusión, que remitiría al encaje posible o imposible de la idea -tan cara a ciertos federalistas- de la «nación de naciones», o incluso a la pertinencia o no de la reforma de la Constitución. Pero plantear el asunto como una cuestión doctoral es absurdo. Cualquiera que eche una ojeada a las definiciones de nación puestas en circulación por los especialistas en la materia comprobará al punto que las hay muy diversas, e incluso incompatibles. La Academia Española registra tres acepciones para el término «nación», y las tres son aplicables a Cataluña. El término latino natio servía a los romanos para designar realidades sociales muy diversas: pueblos, clases, castas, sectas... En esa línea hablan en EE.UU. de «la nación india», y a nadie se le caen los anillos.
Fingen discutir la validez de un término para eludir el debate sobre su concepción del Estado.
Del mismo género son las críticas que están dirigiendo al proyecto de Estatut algunos que aparecen como expertos en economía. Dicen que podría «fragmentar el sistema financiero español». O sea: los mismos que se quedan tan anchos cuando toman posiciones en España poderosas entidades financieras foráneas, o cuando corporaciones financieras españolas hacen arriesgadas incursiones por lejanos pagos, los mismos que aplaudieron cuando España realizó muy sustanciales cesiones de soberanía en beneficio de poderes supraestatales incontrolables, se echan las manos a la cabeza ante la posibilidad de que las fuerzas políticas de Cataluña puedan tener algo más de influencia en las cajas de ahorro y las mutualidades asentadas en su territorio. Y lo hacen como si la suya fuera una intervención técnica, sin ninguna motivación política.
Resultan cómicos estos «técnicos» que se asoman a los medios para poner en circulación mercancías perfectamente políticas con aire de haberlas obtenido en un laboratorio, tras analizar la realidad con asépticas e incontaminadas fórmulas científicas. Son como los jefes del Fondo Monetario Internacional, que todos los años pretenden haber realizado un detallado y muy específico análisis de la coyuntura económica mundial pero que siempre, siempre, acaban recomendando lo mismo: reducir los salarios y recortar aún más el Estado de Bienestar.
Los dirigentes de los partidos de derechas deberían denunciar a todos estos «técnicos» por intrusismo profesional.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (12 de octubre de 2005) y El Mundo (13 de octubre 2005). Hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 12 de octubre de 2017.
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