Carlos Llamas, conductor del informativo Hora 25, de la cadena Ser, entrevistó el pasado jueves al diputado del PP Jaime Ignacio del Burgo. El motivo central de la entrevista fue el cuestionario que el diputado navarro había hecho llegar a uno de los procesados por la causa del 11-M, cuestionario al que éste respondió y cuyo resultado fue publicado por El Mundo.
La entrevista me resultó chocante, pero no tenía pensado decir nada sobre ella, y nada habría dicho de no ver hoy que la página web de El País la recoge como si se tratara de un ejercicio de periodismo valioso, si es que no ejemplar. Es un intento de convertir la anécdota en categoría, y eso sí se merece un comentario.
Empezaré por dejar sentado que mis simpatías por el diputado Del Burgo son -y con eso creo decirlo todo- mucho menores a las que siento por los demás diputados del PP. Del Burgo es el representante más acabado del fanatismo reaccionario y anti vasco de lo más cerril de la derecha navarra, ya de por sí muy cerril.
Sirva esto para aclarar que el desagrado que me produjo la entrevista no proviene de ningún tipo de conmiseración por el entrevistado.
Pero la entrevista, como género periodístico, tiene sus reglas. De acuerdo con ellas, el entrevistador debe limitarse a preguntar. Si la respuesta que recibe no se atiene a lo preguntado, puede repreguntar. Pero él no es quién para decidir que la respuesta no se ajusta a la verdad, o que está mal enfocada, o que no aborda lo esencial del asunto. En resumen: él no es quién para entrar en polémica con el entrevistado.
La polémica es otra modalidad, que también tiene sus reglas, la principal de las cuales es que debe entablarse entre contendientes homólogos. Del Burgo es un político. Carlos Llamas un periodista. No son homólogos.
Las razones y explicaciones del político venían a cuento. Las del periodista podrán ser todo lo estimables que se quiera. Pero en otro contexto; no en ése.
Si no oísteis ese episodio de Hora 25, valdría la pena que lo oyerais ahora, pinchando en el enlace de la web de El País. Comprobareis que Carlos Llamas polemizó con Del Burgo, contestó a sus argumentos cuanto le vino en gana, le interrumpió sin parar, se cachondeó de él... En suma: entabló una discusión de tú a tú perfectamente fuera de lugar, impropia de una entrevista.
Carlos Llamas actuó cual si Del Burgo fuera un político... y él, otro.
Da igual que los argumentos esgrimidos por Llamas fueran bastante mejores que los de Del Burgo. El problema no está en lo que opinó en el curso de la entrevista, sino en que se dedicara a contarnos lo que opina aprovechando lo que se suponía que debía ser una entrevista.
Así las cosas, no está de más que nos preguntemos por qué El País ha decidido recoger esa seudo entrevista como si se tratara de un ejercicio ejemplar de periodismo.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (10 de octubre de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de julio de 2017.
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