ETA no tuvo nada que ver con el 11-M, pero el 11-M va a tener mucho que ver con ETA.
Sus habituales justificadores han lanzado las más severas descalificaciones contra los autores de la matanza. Aquello ha sido -dicen- un ataque intolerable al pueblo trabajador de la capital del Estado. Una agresión indiscriminada y, por ello, repugnante.
Como la barbaridad corría por cuenta ajena, se han concedido rienda suelta. Pero, al hacerlo, han avalado argumentos que no pueden ser de aplicación exclusiva a la masacre de Madrid.
Cada vez que ETA comete un atentado mortal, sus políticos -propios y asociados- afirman que no lo condenan porque las condenas no sirven de nada, y que esa violencia («lamentable», por supuesto) hay que examinarla «en su contexto», como «parte del contencioso». Pues bien: ¿acaso carecen de «contexto» los atentados de Al Qaeda? ¿No son expresión de un «contencioso»? Entonces, ¿por qué sí vale la pena condenarlos?
Convengamos con los contextualizadores de la violencia de ETA en que es repugnante culpar a la población civil de las decisiones adoptadas por el Gobierno de turno. Pero, ¿por qué no aplican siempre el mismo criterio? Que nos expliquen, si es así como piensan, qué responsabilidad achacan a los muchos que han muerto a lo largo de los años porque estaban cerca del lugar elegido por ETA para poner una bomba. Y de qué crimen consideraban que eran culpables los hijos de los guardias civiles que jugaban en el patio de la casa cuartel cuando estalló el coche cargado de dinamita. O por qué razón sus comandos confían sistemáticamente en que el enemigo atenderá con celeridad y eficacia sus avisos de bomba, cada vez más inmediatos e imprecisos.
ETA dice que no busca víctimas civiles. Quizá, pero tampoco se las prohíbe. Las sitúa en el apartado de los «daños colaterales». O sea: no es que trate de matar a los que pasan; es, sencillamente, que no le importa demasiado matarlos. ¿Es ésa una categoría ética superior?
Al sumarse a la condena del 11-M, han dado vía libre dentro de sus propias filas al uso de argumentos que, sin apenas necesidad de adaptación, les son aplicables por entero. La próxima vez que ETA mate -si es que la hay: espero que no- serán muchos más los que se preguntarán por qué, con qué derecho, en nombre de qué causa.
El 11-M ha generalizado un sentimiento de vivísima repugnancia hacia el asesinato político. Un sentimiento que no se detiene en siglas. Ha sido demasiado enorme y ha estado demasiado cerca. El carácter casi unánime de ese sentimiento va a forzar a ETA a resituarse. Porque, de no hacerlo, lo sufrirá en su propia carne.
Ni la represa más sólida resiste cuando se le abre una grieta. Toda la fuerza del agua contenida se concentra en ese punto débil.
El 11-M ha abierto una grieta en ETA. Ojalá reviente.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (23 de marzo de 2004) y El Mundo (24 de marzo de 2004). Hay algunos cambios, pero no son relevantes y hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 14 de mayo de 2017.
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