Durante años, los teóricos de la lucha antiterrorista -los teóricos teóricos- estuvieron tratando de convencer a la opinión pública de que tal vez ETA fuera allá por los 60 y los 70 una organización que perseguía fines políticos, así fuera por métodos execrables, pero que luego degeneró en una banda de asesinos y atracadores vulgares que se han entregado al crimen sin más objetivo que el de vivir bien.
Nunca me convenció esa teoría de los teóricos teóricos. Hice un cálculo sobre las virtualidades del etarrismo como profesión y el resultado fue definitivo. Comprobé que la persona que se mete en ETA cuenta con todas las posibilidades de terminar, en un plazo medio de seis años, o muerto o en la cárcel.
Como salida profesional, está claro que lo de ETA no presenta el menor atractivo. Ni los tesoreros del PSOE lo tienen tan crudo.
Mi investigación me permitió comprobar que ETA sí puede dar beneficios estables y seguros, pero sólo por vía indirecta. Un ejemplo: supongamos que eres un parado que quiere trabajar, pero que no lo consigue ni a la de tres. Vas, te metes en ETA un buen día, no haces nada de particular -quiero decir que ni matas, ni secuestras a nadie, ni robas, ni nada- y, al poco, te presentas en la Audiencia Nacional y le dices al juez que estás arrepentido. No conozco ni un solo arrepentido de ETA que se haya quedado en el paro.
Hay más posibilidades de vivir a costa de ETA. Me sé de alguno que lo ha conseguido convirtiéndose en etólogo. Es relativamente fácil: convences al personal pinturero de Madrid de que sabes la tira sobre el perverso nacionalismo vasco, en general, y sobre ETA, en particular, y hala, a sacar libros previamente premiados y a que se te rifen en las radios.
La misma gente que vendía hace poco más de un año la tontería esa de que ETA ya no tiene nada que ver con la política, porque lo suyo es sólo un modus vivendi, afirma ahora, con el mismo aire sesudo y sin rectificación alguna, que la auténtica maldad de ETA reside en que se pirra por la construcción nacional. O sea, que sus móviles reales, vaya por Dios, son políticos.
«Dejaron de matar sólo porque pensaban que podían lograr sus metas por otras vías», alegan. Estos genios acaban de descubrir a Von Clausewitz. Todo el mundo se sabe la definición del estudioso alemán («La guerra es la continuación de la política por otros medios»), pero casi nadie parece recordar que también formuló la verdad inversa: «La política es la continuación de la guerra por otros medios».
¿Les da igual a nuestros genios? Pues a mí no. Me importa que unos medios maten y otros no.
Javier Ortiz. El Mundo (2 de octubre de 1999). Subido a "Desde Jamaica" el 6 de octubre de 2011.
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