Estamos mal acostumbrados. Es la única explicación que encuentro a la tromba de piropos que le ha llovido a Rodríguez Zapatero tras su discurso de investidura.
Fue la suya una intervención amable, sin duda, abundante en buenos deseos, aderezada con algunas promesas dignas de mención -y salpicada por otras bastante decepcionantes, también es cierto-, no muy dada a las intemperancias... Iba a escribir «Nada del otro jueves», pero supongo que precisamente ésa es la cosa: que hacía muchos jueves que no se veía en la tribuna del Congreso de los Diputados a alguien que defendiera con gesto más o menos apacible su derecho a vivir en La Moncloa, como si no le perdieran las ganas de clavar al resto del universo los colmillos en la yugular. Zapatero se ha beneficiado mucho de la reciente memoria de Aznar y de la ya lejana de González, ambos crispados por norma, aunque cada cual a su modo.
Es falso que todas las comparaciones sean odiosas. Algunos no sólo ganan cuando se les compara, sino que ganan sólo cuando se les compara. Si no flotara en el aire del Congreso el agobio sofocante producido por los últimos años de mayoría absoluta reaccionaria y pretenciosa del PP, serían inconcebibles algunos de los votos favorables que ayer recolectó la mano tendida de Rodríguez Zapatero. ¿Realmente cree Llamazares que el PSOE merece su respaldo? ¿Entiende que puede dárselo en nombre de quienes votaron a IU sin hacer caso de las invitaciones socialistas al «voto útil» precisamente porque decidieron que votar a Zapatero no era útil para lo que consideraban -y siguen considerando- que debería hacerse? ¿Lo cree Carod-Rovira? ¿Le parece política y éticamente aceptable dar su aval a un partido que cierra filas detrás del artículo 8 de la Constitución, que ha respaldado y respalda las grandes opciones de la política exterior de los EE.UU. (con la parcial y matizada excepción de la actual Guerra del Golfo), que sostiene la orientación de la política económica internacional definida por el FMI (esto es, la globalización mal llamada «neoliberal») y que respaldó algunas de las principales líneas de actuación del Gobierno de Aznar?
Podría entender ese voto si cupiera que Rodríguez Zapatero no saliera elegido en segunda vuelta. En plan «todos contra el PP», que diría Piqué. Pero, ausente ese peligro -pudiendo conjurarlo por la tercera vía de la abstención-, no veo que quepa explicar su comportamiento sino en función de cambalaches y chalaneos de ésos que se traducen en privilegios de libre designación: que si te dejo que formes grupo parlamentario propio, que si facilito tu presencia en esta o la otra comisión, que si el CGPJ, que si RTVE, etcétera. Politiquerías, en suma, que quedarán para siempre como chantajes: saben que Rubalcaba podrá quitárselos en cuanto crea que se están portando mal.
Pero para qué acelerarnos. Tiempo habrá de plantearse si contra Aznar estábamos mejor.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (16 de abril de 2004) y El Mundo (17 de abril de 2004). Hay algunos cambios, pero no son relevantes y hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 16 de mayo de 2017.
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