La capacidad de los dirigentes políticos para tomar por lela a la ciudadanía es, según se puede constatar a diario de modo empírico, directamente proporcional a la capacidad de la ciudadanía para dejarse tomar por lela.
Habla el ministro del Interior de la manifestación del otro día en Bilbao y se detiene en el hecho de que acudieron a ella del orden de 75.000 personas. Reflexión de don Jaime Mayor Oreja: eso demuestra que sólo asistió al acto una muy exigua minoría del pueblo vasco; fueron muchísimos más los que no respondieron a la convocatoria. ¡Y se quedó tan ancho! Aplicando tan singular lógica, habría que decir que la mayoría del pueblo español fue insensible al asesinato de Miguel Ángel Blanco. ¿Qué acudió a las manifestaciones de protesta? ¿Un millón de personas? ¿Dos? A lo sumo. ¡Una reducida minoría! ¡Ergo la gran mayoría no estaba en contra del crimen!
Es un verdadero escándalo que alguien se permita exhibir en público un remedo de raciocinio semejante. Pero él lo suelta, y como la gente no se parte de la risa en sus barbas, pues concluye que tiene vía libre, y tan ricamente. Supongo que hace bien.
Otro que tal baila: el secretario general de la OTAN.
El jueves por la noche, don Javier Solana nos hizo partícipes en televisión de lo infinitamente que le consterna que sus aviones se dediquen a rematar kosovares. Pero él no se siente en absoluto responsable. ¿Por qué? Porque, si hay columnas de kosovares que deambulan de un lado para otro, es por culpa de Milosevic, que los expulsa de sus hogares. Está muy claro: si Milosevic no hiciera eso, los kosovares no irían como alma en pena por la carretera, con lo cual los aviones de la OTAN no podrían bombardearlos de buena fe. De modo y manera que la culpa de que los aviones de la OTAN maten gente inocente la tiene Milosevic, y no las normas que ellos imparten a sus pilotos, ni la frivolidad con que éstos eligen sus objetivos, ni la alegría con que sueltan sus bombas.
Razonamiento fantástico, el de Solana: puesto que Milosevic es culpable de la guerra, también lo es, automáticamente, de todo lo que suceda en ella. Por eso Hitler fue culpable del bombardeo de Dresde. Y del de Hiroshima y Nagasaki. Faltaría más.
Hagamos otra aplicación de este singular modo de razonar: puesto que cientos de miles de españoles avalaron con sus votos que Javier Solana fuera un dirigente político, ellos tienen la culpa de que haya podido llegar a convertirse en secretario general de la OTAN y, por tanto, también de que mate por error. Aunque, eso sí, de buena fe.
Javier Ortiz. El Mundo (17 de abril de 1999). Subido a "Desde Jamaica" el 22 de abril de 2011.
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