Aunque mi ignorancia sobre cómo funciona la comunidad islámica en España es enorme, me da que la idea de establecer una especie de control sobre los sermones que se pronuncien en las mezquitas es no sólo dudosamente constitucional sino también, con toda probabilidad, inútil. Dudo de que las vías de reclutamiento de las que se sirven los terroristas tipo Al Qaeda en España pasen por el adoctrinamiento del personal que acude a orar a las mezquitas. Del mismo modo -digo, por poner un ejemplo- que el IRA irlandés no captaba a sus militantes los domingos a la salida de la misa mayor. Una cosa es que algunos curas católicos alimentaran la llama republicana y otra que se encargaran de organizar comandos.
Hay que suponer que también los terroristas islámicos recurren a medios de proselitismo algo más discretos.
¿O no? De creer la versión oficial sobre la matanza de Madrid, esa gente funciona con normas de seguridad interna muy rudimentarias, prácticamente inexistentes. Un grupo como el que ha sido acusado de la autoría de la matanza del 11-M tiene que ser muy fácil de controlar, e incluso de infiltrar (no digamos para unos servicios policiales con amplia experiencia en la introducción de topos en organizaciones avezadas en las técnicas de la clandestinidad, como ETA).
Hay ahí una chirriante contradicción. Es incomprensible que una gente que actuaba de un modo tan imprudente, por no decir transparente, que iba dejando por todas partes rastro de lo que hacía, que integraba a hamponcillos, gente requetefichada y confidentes, pudiera montar semejante tinglado sin que la policía se enterara de nada. Pero aún más difícil de entender es que esa misma policía que ni había olido lo que se preparaba pudiera luego desmontar toda la trama en el plazo de pocas horas, una vez producida la masacre.
-¿Cuál es tu teoría? -me preguntaba anteayer una amiga a la que le hice un somero recuento de las incongruencias que contienen las explicaciones (y las filtraciones) oficiales.
-No tengo ninguna -le respondí.
Y es verdad. Tomo en consideración todas las hipótesis, pero no suscribo ninguna. ¿Con qué fundamento podría hacerlo? Ni siquiera descarto que haya podido ocurrir lo que de entrada parece descartable: que esa banda tan chapucera como heteróclita -en la que, por haber, había hasta fundamentalistas descreídos- fuera capaz de organizar en perfecto secreto y perpetrar coordinadamente el triple atentado del 11-M. ¿Improbable? Mucho. ¿Imposible? En absoluto. La Historia registra hechos bastante más insólitos. Ahora bien: ¿cómo negar que hay demasiadas piezas que no encajan?
Espero que la comisión parlamentaria que va a crearse al efecto se encargue de dar cumplida respuesta a todas las incógnitas. Pero recuerdo que el verbo esperar tiene dos sentidos: yo espero porque aguardo; no porque confíe.
Javier Ortiz. El Mundo (8 de mayo de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 20 de abril de 2018.
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