Estoy seguro de que Ciprià Ciscar está adornado de innumerables virtudes. Que yo no se las vea no quiere decir nada. Lo único que sé de él es la parte de sí mismo que exhibe cara al público cuando ejerce de portavoz del PSOE, y esa faceta de su personalidad no tiene por qué ser representativa. Doy por hecho que, si Felipe González lo cuenta entre sus más próximos colaboradores, sus buenas razones debe de tener: González puede ser muchas cosas -es muchas cosas- pero, desde luego, no imbécil.
En todo caso, parece evidente que, entre las muchísimas virtudes que seguro que ennoblecen la personalidad del señor Ciscar, no está el salero. Decididamente, don Ciprià no es gracioso. Y cuando pretende ejercer de tal, le sale un churro. Un churro chuchurrío, fláccido, tristón.
Anteayer volvió a cometer el error de pretender ponerse ocurrente. Quería ridiculizar el proyecto de nueva Ley de Secretos del Gobierno de Aznar, que a su juicio -o sea, a juicio de su jefe- protege los secretos oficiales menos que en ningún otro país. Esbozó entonces esa especie de rictus de sufrimiento colecistopático que él compone a modo de sonrisa y dijo: «El Gobierno recupera el eslogan España es diferente».
El portavoz del PSOE tiene edad más que suficiente para saber qué sentido tuvo ese eslogan seudoturístico que se inventó Fraga allá por los 60. Daba a entender que, si en España no había ni libertades ni democracia, era porque aquí no cabía aplicar los criterios políticos que regían en otros países europeos. Y va él y lo asocia ahora con algo que es todo lo contrario: un intento de evitar que el poder político pueda escapar del control de la sociedad. De haber algún exceso en el proyecto del Gobierno -yo no lo veo-, sería en todo caso un sobrante garantista, una sobreprotección de los posibles abusos del poder. ¿Realmente cree Ciscar que eran de ese género los excesos del régimen franquista?
El PSOE está muy enfadado porque el proyecto de Ley de Secretos no permite que el Gobierno pueda tomar decisiones de imposible conocimiento, así sea para la Justicia. ¿Y para qué quieren los felipistas que el Gobierno de Aznar pueda blindar sus secretos frente al Poder Judicial?
Es aparentemente absurdo, pero tiene explicación.
En primer lugar, les irrita profundamente que el PP pueda adoptar actitudes más respetuosas hacia las libertades que las preconizadas por ellos. Vaya una izquierda, la suya, que puede ser desbordada por la derecha en materia de libertades.
En segundo término, piensan en el futuro: no les gustaría volver al Gobierno y tener que lidiar con una Ley que les impida hacer a escondidas enjuagues de dudosa legalidad.
Y en tercer lugar, y sobre todo, les molesta que esa Ley permita hurgar en su pasado. En un pasado que tanto fió del secreto.
Una y otra vez, son víctimas de su historial. Les pesa demasiado. No les deja moverse.
Javier Ortiz. El Mundo (2 de abril de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 4 de abril de 2012.
Comentar