El despliegue ha sido enorme. Han ido en tropel, desde la Reina a Zapatero, desde el presidente del Real Madrid al del Atlético, pasando por Moratinos, Gasol, Esperanza Aguirre, Raúl, Indurain, Gallardón y no sé cuántos más. Nos va a salir por una pasta.
No les envidio nada, de todos modos. Estuve en Singapur y puedo asegurarles que esa ciudad-estado es un sitio inquietante, donde pueden condenar a muerte y ejecutar a un turista por llevar hachís en la maleta o azotar a cualquier quídam en la plaza pública por haber dejado caer una colilla en el asfalto. Está lleno de edificios modernísimos, impersonales y radicalmente aburridos. Me llevaron a cenar a un restaurante afincado en el último piso de un rascacielos. Había un comedor que giraba sin parar y tres chinos que cantaban boleros con acento boliviano. No me lancé al vacío de milagro.
Singapur es un paraíso para los evasores fiscales y un infierno para cualquier persona que sienta apego por las libertades civiles. Me pregunto por las oscuras razones que habrán llevado al Comité Olímpico Internacional a reunirse en un lugar tan fanático del neoliberalismo económico y tan decididamente hostil al liberalismo político.
Llevo días oyendo en todas partes lo muy a favor que estamos «todos los españoles» de la candidatura de Madrid. A mí, lo único que me interesaba del asunto era que obligara a las autoridades a mejorar las infraestructuras capitalinas, y eso ya está en marcha, en forma de socavón universal. Conseguido lo cual, la verdad: me da lo mismo que los señores de los anillos se vayan con su música a donde les pete.
Aunque bien es cierto que uno no debe desear para otros lo que no desea para sí.
Con lo cual pongo el dedo -al derecho o al revés- en la peor de nuestras llagas. Porque ha sido realmente terrible el despliegue de nacionalismos europeos encontrados que ha suscitado esta designación. Blair, echando porquería contra París para favorecer a Londres. Chirac tal cual, enarbolando todos los tópicos posibles contra los británicos para arrimar la sardina al ascua de París. Zapatero asegurando que «hemos hecho bien los deberes» (¿cuándo dejará esta gente de tratarnos como a colegiales?) para acabar haciendo su particular patriotería.
¿Cómo se va a tomar nadie en serio el proyecto unitario europeo si, en cada ocasión que se les presenta, los estados del Viejo Continente se despedazan entre ellos con el mayor de los entusiasmos?
¿Alguien ha oído a algún dirigente francés, británico o español decir que da lo mismo que los Juegos Olímpicos de 2012 se celebren finalmente en París, en Londres o en Madrid, con tal de que se desarrollen en una de las capitales de nuestra patria común europea?
No, ¿verdad? Pues entonces, ¿de qué camelo de Constitución Europea y de qué camelo de Unión Europea nos están hablando?
Javier Ortiz. Apuntes del natural (4 de julio de 2005) y El Mundo (6 de julio de 2005). Hay algunos cambios, pero no son relevantes y hemos publicado aquí la versión del periódico. El apunte se titulaba España en Singapur. Subido a "Desde Jamaica" el 4 de julio de 2017.
Comentar