Rodrigo Rato se equivocó al evaluar en la tribuna del Congreso de los Diputados qué parte de su salario debe invertir un joven para hacerse con una vivienda.
Cualquiera puede equivocarse, sin duda. Si tus asesores te pasan unos datos con las cifras bailadas, tú vas y te fías, los das por buenos y los difundes. Y metes el cuezo.
Es algo que a mí, personalmente, sería difícil que me ocurriera, porque no tengo asesores -digamos, por abreviar, que soy yo y mi circunstancia, todo en la misma lamentable pieza-, pero que a gente tan principal le puede suceder. Pero no en cualquier cosa. Porque algunas materias son evaluables a simple vista. Sin necesidad de ser experto.
Si yo, por un mal casual, llegara a ministro y mis asesores me pasaran un informe en el que se afirmara que los jóvenes españoles pueden conseguir un piso con la gorra, pues no me lo creería, porque conozco a un puñado de jóvenes y sé lo mal que lo tienen para hacerse con una vivienda. Así que contestaría a mis asesores que hicieran el favor de repasar las cifras, y que no trataran de colarme una patraña.
Lo que explica la diferencia, supongo, es que yo todavía trato con jóvenes normales y sé cómo les va la vida. A diferencia de Rodrigo Rato, que me da que hace muchísimo que no habla con jóvenes normales. De ésos que no tienen un duro, quiero decir. De ésos a los que contratan el lunes y los despiden el viernes para contratarlos de nuevo al lunes siguiente y así no tener que pagarles el fin de semana. O de ésos que van a alquilar el piso exhibiendo como aval su contrato de trabajo fijo y el propietario les replica que lo que ahora se llama contrato fijo no es garantía de nada -y además tiene razón- y les exige un aval bancario por el equivalente a un año de alquiler. O que ni eso.
Cito a Rodrigo Rato, pero podría señalar a cualquier otro. Un problema grave que tiene la vida política española (¿un problema? ¿el problema?) es que está protagonizada a todos los niveles por gente que no tiene ni pajolera idea de cómo es, de cómo vive y de cómo se las arregla -cuando se las arregla- la gente normal.
Anteayer leí que Rodolfo Martín Villa va a ser nombrado no-sé-que -algo muy importante y con un sueldazo- en chez Polanco. Ese menda, desde que llegó a jefecillo del sindicato de estudiantes franquistas allá por el año de la Tarara, no ha dejado de viajar en coche prestado y con chófer. Para él y para la gente como él, los ciudadanos son -somos- sólo un dato estadístico, una abstracción. Un tema. Son tipos que no saben en qué consiste eso de ganarse los garbanzos. Y que, en consecuencia, hablan de ello a ojo. La única vez que vi a Martín Villa emocionarse fue en cierta ocasión en que hablaba de su tema favorito: él mismo.
Esa gente es así. Y no se lo reprocho. Reservo los reproches para quienes les ayudan -a veces con sus votos- a que sigan en lo mismo, erre que erre, de por vida.
Javier Ortiz. El Mundo (20 de diciembre de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de abril de 2018.
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