En 1909, Antonio Machado se casó con Leonor Izquierdo. Don Antonio tenía a la sazón 34 años. Su amada Leonor era la niña de sus ojos. Literalmente: en el momento de la boda, ella apenas frisaba los 15 años. La había conocido dos años antes, es decir, cuando tenía 13 años. ¿Estaba Machado loco?
Yo no sé si Arturo Romero, el profesor ayamontino de 34 años, está o no está en sus cabales, y tampoco sé si Nuria Socorro, su alumna de 12 años, tiene madurez mental como para saber lo que quiere. Lo que sí sé es que no es imprescindible estar zumbado para enamorarse de una adolescente, y sé también que hay chavalas de 12 años que no sólo tienen aspecto de ser mayores -caso de Nuria, en concreto- sino que cuentan con mucho más seso que otras con seis u ocho años más. Así que empiezo por ahí: carecen de sentido las condenas establecidas sin más dato que la edad de los protagonistas de esta historia.
Para juzgar el caso sería necesario conocer mucho mejor sus circunstancias concretas. Cierto. Pero, ¿qué necesidad hay de juzgar el caso? ¿A qué viene esta morbosa pasión por meter la nariz en un asunto estrictamente privado, sentenciando si está bien o mal? ¿Qué pintan los medios de comunicación del Estado, radio y televisión a coro, relatando como primera noticia del día las idas y venidas del profesor, de la alumna -con detalles sobre el estado de su virgo, faltaría más, del padre, de la hermana pequeña y del súrsum corda? ¿Con qué cara pueden permitirse luego los máximos responsables de RTVE lanzar acusaciones de amarillismo contra nadie? ¿No será que están intentando distraer a la opinión pública de los asuntos realmente importantes?
«Esta sociedad está perdiendo sus valores morales», sentencian algunos comentaristas apoyándose en el caso. Pero, si generalizar este hecho aislado fuera lícito -que no lo es, mejor sería concluir que se están recuperando viejas costumbres: mi abuela se casó con 14 años, y el fenómeno era corriente en su tiempo. ¿Por qué? Porque las expectativas de vida eran menores, y eso animaba a la gente a vivir a más velocidad. Matrimoniarse con 14, con 20 o con 25 años no remite a ningún asunto de moral inmanente; es simple cuestión de épocas y de costumbres.
A mí no me parece buena idea entablar relaciones prematrimoniales a los 12 años. En realidad, no me parece bien entablarlas ni a los 12 años ni nunca: estoy en contra del matrimonio. Pero es una opción mía. Si Nuria Socorro quiere salir con ese señor mayor con fines matrimoniales, es su problema y, como mucho, el de su familia. No el mío. Ni el de RTVE.
Javier Ortiz. El Mundo (6 de marzo de 1993). Subido a "Desde Jamaica" el 9 de marzo de 2012.
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