De entre todas las muchas enormidades que me ha tocado oír durante esta soporífera campaña electoral, la que más me ha llamado la atención es una -terrible- que figuraba en la propaganda institucional de la Diputación de Aragón: «Ahora decides tú quiénes van a decidir por ti en los próximos años». La oí por la radio, mientras marchaba en coche camino de Huesca, y casi me estrello de la risa. «¡Ele! -me dije-. ¡He ahí toda una concepción de la democracia, resumida en sólo trece palabras! Pero, puestos ya a ser francos, ¿por qué no lo abrevian aún más, y sueltan un franco y directo "Vota y calla"?».
No fue el contenido ideológico de la consigna lo que me llamó la atención, desde luego, sino su ruda franqueza, entre ingenua y cínica. Porque ese género de cosas las piensan, pero rara vez las dicen.
Es así, en efecto, como ven la democracia. Para ellos, el papel de la ciudadanía empieza y acaba en la ranura de las urnas. Cada cuatro años, si les cumple, o cada menos, si así les vienen dadas.
Mañana está usted convocado a votar. Hágalo, si le parece bien, y vote a quien le plazca, si alguien le place lo bastante como para darle su confianza. Hay tal variedad de candidaturas a lo largo y ancho del territorio -y tan diferentes entre sí, incluso bajo las mismas siglas- que me parece imposible emitir un juicio global.
En todo caso, el voto no es lo fundamental. Lo verdaderamente crucial es que -vote a éste, vote al otro o se guarde su voto en el bolsillo- no acepte usted que ahí empiece y acabe su contribución a la democracia. Que sea consciente de que el voto es tan sólo una de las formas posibles -y ni siquiera la principal- de determinar la conducción de los asuntos públicos.
Porque de determinarla se trata, y no sólo de participar en ella.
Ha llegado el tiempo en que los ciudadanos y ciudadanas tienen que adquirir plena conciencia de que la soberanía no pueden ni deben cederla. Que con el voto se limitan a delegar su representación, sí, pero sólo su representación, y nada más que para estos o aquellos asuntos en concreto. Que el sujeto agente de la soberanía tienen que seguir siendo ellos. Porque, si no son agentes, sólo podrán ser pacientes. Y, si renuncian a ser sujetos, sólo podrán servir de objetos.
Oigo el anuncio del PSOE: dice que tengo que decidir si soy de izquierdas o de derechas. Hace treinta años que hice esa opción. Por eso jamás podré dar mi voto a su cal viva, a su patada en la puerta, a sus cárceles de insumisos, a sus fondos propios/reservados, a su OTAN... y a todo lo demás.
Pero insisto: no es el voto lo que realmente cuenta. Pesa más lo que viene después. Lo que está entre urna y urna. Es en el día a día donde se decide quién manda.
La cosa no es quitar a un canalla cruzando los dedos, a ver si el siguiente nos sale mejor. Debemos empezar a ser los protagonistas de nuestra propia Historia. Nosotros.
Si no, nunca seremos nada.
Javier Ortiz. El Mundo (27 de mayo de 1995). Subido a "Desde Jamaica" el 29 de mayo de 2012.
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