Comenta Cristina Almeida los tristes sucesos de El Ejido y se pregunta por qué en Valencia, donde un jubilado disparó y mató a cuatro personas, nadie llamó «a la caza del jubilado valenciano».
Mis compañeros de trabajo, que a sus muchos y onerosos deberes añaden el de tener que soportar en vivo y en directo mi afición a los retruécanos y las paradojas, son testigos de que ése fue mi primer comentario sobre lo que estaba pasando en El Ejido.
Dije eso, sí, pero a continuación me puse a reflexionar sobre el caso y comprendí que mi comentario había sido una frivolidad: lo de El Ejido era un problema serio que no podía ventilarse con tanta alegría. Quedó así la boutade para uso y disfrute de quienes, como Cristina Almeida, viven de las gracietas.
Inicialmente mi pensamiento voló también hacia Avilés, donde el pasado domingo un soldado de profesión golpeó a una muchacha con tanta brutalidad que le sacó los ojos. Me pregunté tres cuartos de lo mismo: «¿Y por qué en Avilés nadie llama a la caza del militar?».
Sólo que esta pregunta me llevó de inmediato por otros derroteros.
Muy buena parte de los delitos de violencia extrema que se cometen en España al cabo del año son obra de militares, guardias civiles y policías. No lo digo yo: está en las estadísticas.
Bien mirado, es bastante lógico. En primer lugar, porque se trata de personas educadas en el uso de la violencia. De la legítima, claro está, pero el odio y la ira nublan pronto el entendimiento. Y, en segundo término, porque tienen armas de fuego y, como saben bien en EE.UU., la posesión de armas de fuego facilita mucho su uso.
De lo cual no deduzco yo que haya que convocar a la caza del militar, ni del policía, pero sí que conviene a la tranquilidad social que se tomen medidas estrictas de precaución para evitar que estos profesionales hagan un mal uso tanto de sus conocimientos como de sus pertrechos. Sería buena cosa, por ejemplo -aunque no sé si muy factible-, que tuvieran que dejar su arma reglamentaria en el cuartel o la comisaría cuando no estén de servicio. Y, desde luego, que se les someta cada tanto a un examen psicológico, por el aquel de asegurarse de que ponemos las armas en manos de gente sensata.
Pues bien, noticia: el Ministerio de Defensa ha decido rebajar a 70 el cociente intelectual necesario para ser profesional de las Fuerzas Armadas españolas.
Según los expertos, el cociente 70 es el límite de la normalidad.
O sea, que vamos a contar con gente situada en la frontera de la subnormalidad... y con pistola.
¿De qué se supone que es ese ministro? ¿De Defensa, dicen?
Javier Ortiz. El Mundo (12 de febrero de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de febrero de 2013.
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