Con frecuencia, los políticos se ven en el enojoso trance de tener que justificar ante la opinión pública opciones y actitudes cuyas verdaderas motivaciones no pueden confesar abiertamente, sea porque no resultan demasiado altruistas, sea porque son lisa y llanamente impresentables. Cuando tal cosa ocurre, no les queda más remedio que buscarse excusas. Es lógico.
Lejos de mi ánimo, pues, pedir a los políticos profesionales que prescindan de milongas y peteneras. Sé que la mentira forma parte de su equipamiento básico: no podrían desenvolverse sin ella.
Lo único que les reclamo es que, puestos a mentir, lo hagan con cierta inteligencia. Que proporcionen versiones que, ya que no verdaderas, tengan por lo menos una cierta apariencia de verosímiles. Y que, cuando deban enlazar dos explicaciones seguidas, se estrujen un poco las meninges para evitar que ambas se den descaradamente de patadas entre sí.
Ejemplo: el PP y el PSOE con lo de su pacto. Está muy bien que, cuando se les critica por haberse guisado y comido el acuerdo mano a mano y por negarse ahora a replantear sus contenidos, respondan que ellos son libres de pactar lo que les venga en gana. Están en su derecho, faltaría más. Pero lo que cobra un aire inconfundible de coña marinera es que, acto seguido, afirmen que se trata de un acuerdo abierto y conminen a CiU a suscribirlo. No, hijos: si alguien desea que otro se sume a una iniciativa, debe avenirse a discutirla con él. ¡Qué menos! Cuando se va por la vida ofreciendo lentejas, hay que asumir la posibilidad de que haya quien se las coma (UPN, CC y PA, sin ir más lejos), pero también que haya otros que, con todo el derecho del mundo, opten por dejarlas.
Otro ejemplo de comportamiento peregrino, este de uno de los críticos del pacto: Gaspar Llamazares. El nuevo coordinador general de IU dice que él es generoso, que está dispuesto a tragar sapos y culebras y a apoyar el acuerdo, pero pone «sólo» una condición: que el PP y el PSOE retiren la parte del preámbulo en la que se descalifica la política del PNV y EA.
¿Cree Llamazares realmente que el personal se chupa el dedo? Todo quisque sabe que ese es el meollo mismo de la operación; que, si se quita ese punto, el acuerdo, como han dicho sus propios mentores, «se quedaría en nada». Vale que quiera evitar que el PSOE y el PP le echen el chorreo acusándolo de hacer el juego al PNV, pero el truco que se ha buscado para parecer unitario sin firmar el papel de marras es de una pobreza verdaderamente pasmosa.
No se trata de reclamar a nadie que cambie de política. Tan sólo de pedir a todos que hagan el favor de elevar un poco el nivel. Que demuestren que tienen oficio.
Javier Ortiz. El Mundo (20 de diciembre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 2 de junio de 2013.
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