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2003/11/12 06:00:00 GMT+1

El veranillo de San Martín

Ayer empecé el día cumpliendo con mis deberes. Como cualquier otro martes. Escribí mi apunte, lo jibaricé para dejarlo en el tamaño de una columna, la mandé al periódico, repasé las cosas de la casa, puse una lavadora (lo de dentro, claro), quedé con la gente de Radio Castelldefels para una entrevista sobre (contra) la Monarquía, di de comer a los gatos, reparé un hueco de cemento en el muro del camino... Y me senté ante el ordenador, que es lo mío.

A responder el correo. A seguir trabajando.

Al cabo de unas horas -allá por el mediodía- hice una pausa. Como cualquier otro día. Las hago cada tanto. Para relajarme.

Salí a tender la ropa recién lavada. Y me quedé mirando el cielo. Limpio, perfecto, con una luz casi irreal.

Oh, por Dios: ¡no podía dejar que el día se perdiera, como si fuera cualquier otro!

Me puse como coartada los recados que tenía pendientes, recogí todo, me subí al coche y, sin la menor mala conciencia -todo lo contrario, por lo que recuerdo-, me bajé al mar.

Apenas había nadie en el paseo marítimo. Me senté en una terraza a leer el periódico, encargué un arroz a banda y dejé resbalar la mirada por la playa vacía, oyendo las conversaciones relajadas de los viejos que disfrutaban del plácido sol de noviembre, como yo.

¡Hacía calor!

Terminado el arroz -barato y bueno-, hice mis compras. Me acerqué a una gasolinera, para que me cambiaran el aceite del coche. Comprobé cómo me va la vida: 8.000 kilómetros en apenas dos meses. No es plan.

Me fijé en la chica que vende pañuelos de papel en el semáforo del cruce, junto a la estación de servicio. Tiene un aspecto lastimoso. «En cuanto saca cuatro perras, avisa a su novio, viene y se meten una raya», me dijo el currito, de acento ecuatoriano.

Hablamos de Madrid. Me contó que vivió allí.

Coincidimos en que, hechas las cuentas, esto es mejor. Menos malo. Aunque también dé pena.

Terminados los encargos, paseé un rato más junto al mar. Seguía aquella luz tan especial, tan hermosa.

Al final, retorné a casa, a la montaña.

La tarde se iba convirtiendo en noche.

Me quedó justo el tiempo de cenar y ordenar los papeles.

Adiós a la jornada. El veranillo de San Martín. L´été de la Saint Martin, que cantaba Jean Ferrat en 1966. No sé. Sentí como si hubiera aprovechado más el tiempo que otros días. Para vivir.

Pero cayó la noche, y me dormí, y me desperté inquieto. No podía quitarme de la memoria y de la entraña la noticia escuchada a última hora. Esperada, pero amarga.

Ha muerto Miquel Marti i Pol.

Me levanté de madrugada y busqué entre papeles, y entre discos, hasta que lo encontré:

Ara mateix

Ara mateix enfilo aquesta agulla
amb el fil d'un propòsit que no dic
i em poso a apedaçar. Cap dels prodigis
que anunciaven taumaturgs insignes
no s'ha complert, i els anys passen de pressa.
De res a poc, i sempre amb vent de cara,
quin llarg camí d'angoixa i de silencis.
I som on som; més val saber-ho i dir-ho
i assentar els peus en terra i proclamar-nos
hereus d'un temps de dubtes i renúncies
en què els sorolls ofeguen les paraules
i amb molts miralls mig estrafem la vida.
De res no ens val l'enyor o la complanta,
ni el toc de displicent malenconia
que ens posem per jersei o per corbata
quan sortim al carrer. Tenim a penes
el que tenim i prou: l'espai d'història
concreta que ens pertoca, i un minúscul
territori per viure-la. Posem-nos
dempeus altra vegada i que se senti
la veu de tots solemnement i clara.
Cridem qui som i que tothom ho escolti.
I en acabat, que cadascú es vesteixi
com bonament li plagui, i via fora!,
que tot està per fer i tot és possible.

Adiós, Miquel, amigo. Todo sigue estando por hacer. Y todo sigue siendo posible.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (12 de noviembre de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 29 de octubre de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2003/11/12 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: jor 2003 martí_i_pol muerte apuntes | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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