De la resolución del Tribunal Superior andaluz sobre el «caso Guerra» se podrán decir muchas cosas, pero no que resulte incoherente. A mí, por lo menos, me parece de una coherencia fantástica. No estoy hablando de coherencia jurídica, materia en la que soy lego. Menos todavía de la coherencia de su prosa, llena de «datos fácticos» y otros espantajos lingüísticos.
La coherencia a la que me refiero es estética. Se trata, en efecto, de una resolución que no desentona para nada en el paisaje. La sitúo junto a las heteróclitas piezas que configuran el escenario de nuestra actualidad -el propio «caso Juan Guerra», la descarada utilización gubernamental de RTVE, la Ley de Seguridad Ciudadana, la difamación inhabilitante de De la Quadra, su aborto indeterminado, el «caso Renfe», los tejemanejes sobre la configuración del próximo Tribunal Constitucional, el affaire Ibercorp y las amistades peligrosas de don Mariano, etc.- y la encuentro de lo más armoniosa. Me encaja a las mil maravillas. Si es sólo cosa mía, reivindico mi derecho a verlo así. Creo que es un fallo -y tanto- que queda bien. Muy propio.
Algunos se empeñan en criticarlo apelando a la lógica. Lo plantean de este modo: ¿es lógico que un señor que no tiene ningún cargo en la Administración, que nadie ha contratado ni designado oficialmente para nada, ocupe un despacho en una sede del Gobierno, se dedique a hacer allí lo que le da la real gana, incluyendo cosas rarísimas, y que a continuación el Tribunal Superior de Andalucía asegure que no ve por qué alguien tenga que ser responsable de haber permitido esa situación? Pregunta a la que yo contesto con otra: ¿y por qué había de ser lógico? Es normal. Sin más. Si quieren que les diga la verdad, a mí los casos de incoherencia me producen desazón intelectual. Me resulta incoherente el juez Márquez, por ejemplo, como me pareció en su día incoherente el juez Garzón, e incoherentes se me antojaron los altos cargos de la Administración socialista que prefirieron irse a su casa con tal de no callar ante la Guerra del Golfo.
Y es que la gente como ellos desentona en la monolítica armonía, en la perfecta concordancia con que se nos manifiesta el Poder.
Javier Ortiz. El Mundo (22 de febrero de 1992). Subido a "Desde Jamaica" el 12 de enero de 2013.
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