Me parece que fue Antonio Machado el que dijo que es propio de necios confundir valor y precio. Pobre. De tener don Antonio la oportunidad de darse un garbeo por los mercados financieros actuales, se lo pensaría dos veces antes de insistir en esa idea. Vería que fue más realista la distinción de Carlos Marx entre valor de uso y valor de cambio.
Hay valores bursátiles que suben como la espuma y se cotizan a precios exorbitantes, de locura, y que, lo que es de momento, no responden a nada que produzca nada, ni sirva para gran cosa. El valor de uso inmediato de algunas de esas empresas está a años luz de su valoración financiera.
Los inversores no apuestan por lo que esas empresas son, sino por las expectativas que suscitan. Pero las expectativas, por inmateriales que sean, valen, y valen mucho: tienen valor de cambio. Gracias al cual, los hay que hacen fortunas inmensas, materialísimas.
Quienes hemos sido educados en la superioridad de la economía productiva sobre la economía especulativa vamos de cráneo en estos tiempos.
Hace años, un buen conocedor del gran mejunje inmobiliario de la Costa del Sol me puso un ejemplo muy ilustrativo de lo que está ocurriendo ahora mismo. Me señaló un solar vecino del mar y me dijo: «¿Ves ese solar? Ha sido comprado por 100 millones. El que lo ha comprado lo venderá dentro de poco por 120 millones. Y quien se lo compre hará lo propio, y lo venderá por 160 millones. Llegará un momento, sin embargo, en que el solar alcanzará un precio tan alto que ya nadie se animará a comprarlo. Quien entonces sea su propietario no tendrá ya más remedio que construir. El será, de todos ellos, el único que habrá hecho el tonto».
Así funcionan las cosas. Es la especulación lo que da dinero. Dinero a espuertas. Hoy en día, el empresario que produce bienes materiales y mercancías útiles ha sido relegado a un escalón inferior de la pirámide económica.
Lo que más me llama la atención de esta enloquecida fiebre bursátil es la actitud que adopta ante ella buena parte del personal de a pie. Asiste fascinado al espectáculo como si los miles de millones que vienen y van fueran producción ex nihilo de los genios de la Bolsa. Como si no fueran sus millones. Como si no procedieran de sus abultadas facturas del gas y del teléfono, de las comisiones que le cobran los bancos por permitirles gestionar sus ahorros y especular con ellos, de sus hipotecas...
La gente -mucha gente- oye hablar de todos esos billones y se siente atónita y envidiosa. En lugar de indignada.
Javier Ortiz. El Mundo (16 de febrero de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 18 de febrero de 2012.
Comentarios
Escrito por: Andrés 3.0.2012/02/18 16:04:45.261000 GMT+1
http://pensaluzdia.blogspot.com