En la mesa contigua a la mía comen cuatro hombres. Les he echado una ojeada al llegar. Oficinistas.
Ahora no los veo. Me he sentado de espaldas a ellos.
Oigo su conversación. Charlan sobre lo que podrían haber sido y no son. Y sobre lo que nunca pensaron que serían, y son.
-Cuando me casé, yo pesaba apenas 60 kilos -dice uno.
Los otros ríen. Sin sarcasmo. Con benevolencia.
-A mí me hubiera gustado dedicarme al tema de la hostelería. La hostelería es un tema que siempre me ha atraído -apunta otro, con un punto de melancolía.
Me digo que el hostelero frustrado es -o fue, al menos- votante del PSOE.
El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua recoge hasta siete acepciones de la palabra tema. Las dos primeras se refieren a la materia sobre la que versa un discurso. La tercera afecta a las formas que, en ciertas lenguas, presenta un radical para recibir los morfemas de flexión. La cuarta y quinta son propias de la terminología musical. La sexta sirve para retratar la actitud arbitraria de quien se obstina contra algo o alguien. En fin, la séptima queda reservada para las ideas fijas que suelen tener algunos dementes.
No parece que la hostelería encaje en ninguno de esos apartados.
Ahora es ya muy poco frecuente el uso desconsiderado -el abuso- del término en cuestión, pero hace 8 o 10 años era de lo más corriente. Todo se volvía tema. «¿Cómo llevas el tema?», «¿En qué tema discrepa ese?», «Ahora es muy difícil conseguir subvenciones para el tema del girasol», «La Comunidad Europa se ha puesto muy dura con el tema de la construcción naval», «Si se supera el tema de las elecciones...». Los mandamases de la política tematizaban la vida en pleno y el resto del personal, probablemente para demostrar que estaba a la altura de la modernidad reinante, hacía lo propio. Recuerdo cierta ocasión en la que Javier Solana, a la sazón ministro de Educación, hablando con un grupo de funcionarios de la Enseñanza, dijo: «En cuanto al tema de los funcionarios...». Uno de los presentes, veterano literato, le cortó en seco: «Señor ministro: los funcionarios podremos ser muchas cosas, sin duda, pero desde luego no un tema».
El 99 por ciento de las veces lo único que hacía el tema era estorbar. Mi vecino comensal podría haber dicho, por las mismas: «Me hubiera gustado dedicarme a la hostelería». Y se habría ahorrado no sólo una palabra, sino también, y ya de paso, una patada al diccionario.
Supongo que, sin darse cuenta, el hombre estaba añorando aquel tiempo en el que todo el mundo hablaba del tema. Aquel tiempo -ay- en el que él optó por no dedicarse a la hostelería.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (8 de marzo de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 5 de marzo de 2017.
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