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1998/11/04 07:00:00 GMT+1

El techo de Haro

Leo un artículo (Dies iræ) firmado por Eduardo Haro Tecglen que salió publicado el 20 de noviembre de 1944 en primera página del diario Informaciones.

Es pura retórica falangista: loas ditirámbicas y ampulosas a José Antonio Primo de Rivera -se cumplían entonces ocho años de su fusilamiento- y empalagoso pelotilleo a la «figura egregia del Caudillo Franco» (sic).

Corren las copias del patético articulillo por los mentideros de la capital en medio del indisimulado regocijo de los hostiles al autor, que son muchos. ¡Toma «niño republicano»! ¡Mira al azote de franquistas reconvertidos!

Haro Tecglen tenía 20 años en el momento en que redactó aquellas cuartillas. Si sacáramos a relucir las cosas que cada cual escribió a los 16, 18 o 20 años, el resultado podría ser espectacular. A mí no me dio por el franquismo -todo lo contrario: a los 14 años decidí que era comunista, pobrecito mío-, pero a cambio me entregué en cuerpo y alma a algo que yo creía que era poesía: si alguien encontrara aquellos poemas míos de adolescencia y los publicara ahora, me moriría de vergüenza. No digo yo que sea lo mismo decir cursiladas sobre los ojos verdes de la bella Aurora que cantar «la vida y el afán de todos estos magníficos camaradas de la Vieja Guardia», como escribió el joven Haro, pero tampoco hay que tomarse muy a pecho lo que sin duda fue fruto de la inmadurez, tal vez potenciada por un precoz afán de notoriedad: a otros nos iba más la rebeldía.

Conviene ser comprensivo con los errores que cometemos los humanos durante nuestros años de aprendizaje. Fueron bastantes los que, allá por los 40 y los 50, marcados por el ambiente -por su ambiente, quiero decir-, dieron fogoso apoyo juvenil a la causa falangista. Luego se apercibieron del espanto en el que se habían metido y emprendieron la fuga. Me sé de unos cuantos a los que les tocó vivir esa experiencia en su mocedad. Algunos incluso son ahora amigos míos.

Pero hay tres mínimos a los que deberían atenerse todos aquellos que en su juventud padecieron fuertes ataques de fervor fascista. El primero, no presentar su propia forja personal como ejemplo de nada. El segundo, reconocer con franqueza que su existencia pasó por esa fase sombría. Y el tercero, abstenerse de ser implacables con el pasado de los demás.

Esto último les conviene no sólo por elegancia, sino también por elemental prudencia. Porque, si siempre resulta inadecuado vivir a pedradas, hacerlo cuando se tiene el techo de cristal es, aparte de todo, del género tonto.

Javier Ortiz. El Mundo (4 de noviembre de 1998). Subido a "Desde Jamaica" el 4 de noviembre de 2011.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1998/11/04 07:00:00 GMT+1
Etiquetas: franco 1998 primo_de_rivera preantología haro_tecglen franquismo el_mundo | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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