Sigo dándole vueltas a la historia de Marcos Domínguez, el taxista de Madrid que devolvió un maletín con dos millones de pesetas, olvidado por un cliente en su coche. Todo el mundo ha alabado su actitud, el alcalde de la capital le ha hecho un homenaje (gracias al cual ahora es feliz poseedor de una reproducción pequeñita de la Puerta de Alcalá), e incluso el dueño del maletín, en un gesto que le honra, le ha dado... las gracias.
No digo yo que haya que condenar la decisión de Marcos Domínguez. Pero me parece muy discutible.
Examinemos el asunto en detalle.
Se diría que Domínguez tenía sólo dos posibilidades: devolver el maletín o apropiárselo. Pero no. Contaba con una tercera, que yo llamaría «de tenencia en depósito»: llevárselo a casa y guardarlo cuidadosamente por un cierto tiempo. ¿Que alguien lo reclama? Pues lo devuelve. ¿Que pasan los meses y nadie dice nada? Pues hala, a disfrutarlo. No sé por qué, pero intuyo que la gente que se pasea con una cantidad tan elevada de dinero en metálico, con lo cómodos y seguros que son los cheques, no debe ser muy aficionada a las reclamaciones. Quizá tema que alguien -Hacienda, por ejemplo- le pregunte de dónde ha sacado eso.
Es cierto que el Código Penal tiene un artículo, el 535, en el que se prevé castigar con la pena de arresto mayor «a los que encontrándose un bien perdido se lo apropiaren con ánimo de lucro». Pero, aparte de la broma de mal gusto que supone condenar con un artículo que es capicúa y suma trece a alguien que creía haber tenido suerte, el taxista podría alegar, en el improbable caso de que el dueño de los dos millones apareciera al cabo de muchos meses y no antes, que él nunca creyó que aquél fuera un bien perdido. «De eso nada», protestaría. «Di por hecho que era una propina dada por un cliente muy muy generoso y muy muy tímido». ¿Con qué argumentos podrían rebatírselo? ¿Pretendiendo que nadie en sus cabales da una propina de dos millones de pesetas? Alguien en sus cabales tampoco se olvida de que lleva dos millones de pesetas en la mano.
Domínguez podría haber añadido argumentos suplementarios en su favor. Por ejemplo: «Hubo hace unos años un hombre que se dedicó a recorrer Madrid tirando billetes de 5.000 pesetas por la ventanilla del coche. Se armó un enorme tumulto. Pensé que mi cliente era ese hombre, que sigue con el vicio de regalar dinero, pero que no quiere organizar más atascos».
Domínguez, después de haber devuelto el maletín, ha estado varios días sin trabajar. Tenía el taxi averiado y no podía pagar la reparación. Fue al saber eso, y que el dueño del maletín no le dio ni un duro, cuando empecé a dar vueltas a lo ocurrido. Y a pensar en los abismos que hay a veces entre la Ley y la Justicia.
Javier Ortiz. El Mundo (11 de agosto de 1993). Subido a "Desde Jamaica" el 15 de agosto de 2010.
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