Según el último sondeo de Sigma Dos para El Mundo, Jaime Mayor Oreja es, con diferencia, el candidato a la sucesión de Aznar que mejor valora el electorado. De creer lo que dice la empresa demoscópica de Malo de Molina, un 22,6% de los electores estaría dispuesto a dar su voto al ex ministro del Interior si se presentara ahora mismo encabezando las listas del PP en unas elecciones generales.
El sondeo tiene serias limitaciones. La muestra, aunque teóricamente suficiente, es pequeña (*), y la técnica utilizada -entrevistas telefónicas- no es ni mucho menos la más fiable. Pero el resultado es tan rotundo que el margen de error resulta secundario.
Doy por hecho, en consecuencia, que Mayor Oreja no es sólo el candidato preferido por El Mundo y Sigma Dos, sino también por aquellos electores dispuestos a votar al PP que tienen en este momento una opción definida.
Porque ésa es otra: estamos considerando una predilección expresada en el mes de julio de 2002, cuando las elecciones generales no tendrán lugar hasta la primavera de 2004. Si las expectativas electorales de Mayor Oreja se han multiplicado casi por tres en medio año (del 7,9% en enero al actual 22,6%), no digamos lo que puede suceder en veinte meses, en función de cómo evolucione la coyuntura. Si el PP sale bien librado en las elecciones municipales, es posible que Mayor, que actúa como coordinador de la campaña, incremente aún más su tasa relativa de popularidad. En cambio, si los populares sufren un revés, aunque sea pequeño, no faltará quien recuerde el bofetón que Mayor se llevó en Euskadi el año pasado y empiece a decir que lo de este hombre, decididamente, no son las urnas.
De todos modos, hay un punto del sondeo que me llama muy poderosamente la atención. Me refiero al hecho de que toda esa gente muestra sus preferencias por Mayor Oreja como sucesor de Aznar pese a que apenas sabe de él nada que no se relacione directamente con la llamada «cuestión vasca». Sobre el País Vasco, sí: aprecia no sólo lo que dice, sino también cómo lo dice, con ese tono tan pausado y tan angelical. Pero, quitando eso, ignora qué piensa -si es que piensa algo específico- sobre todo, desde los asuntos económicos a los sociales, pasando por la política internacional, la enseñanza pública, el medio ambiente... es decir, pasando por todas las cuestiones que condicionan la vida diaria y la hacen más o menos soportable.
La opción de este amplio segmento electoral es doblemente curiosa, porque no sólo privilegia desmesurada y unilateralmente una faceta del personaje, sino que, además, elige una faceta que se refiere a un asunto sobre el que quienes opinan apenas tienen experiencia directa. Porque lo cierto es que donde más apreciadas son las posiciones de Mayor Oreja sobre Euskadi es... fuera de Euskadi. Y donde menos, en Euskadi.
En condiciones normales, la gente suele tener muy en cuenta las opiniones de quienes conocen de primera mano la materia de que se trata. Eso no nos es aplicable a los vascos. Se supone que, si nosotros no votamos a Mayor Oreja para lehendakari, es porque no tenemos ni idea de nuestras propias cosas, ni de lo que nos conviene. Quienes sí lo saben son los que no se dejan engañar por la engañosa observación directa y se atienen firmemente al retrato de Euskadi que les ofrecen las radios y las televisiones.
Es paradójico, y hasta un punto cómico, pero es así. O por lo menos así nos lo cuentan.
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(*) Por poner un ejemplo. El sondeo hecho público el pasado fin de semana por el Gobierno Vasco se basó en una muestra dos veces más amplia que la utilizada por Sigma Dos, sólo que aquel se refería exclusivamente a la Comunidad Autónoma Vasca y el de Sigma Dos al conjunto de la población del Estado español. Además, el sondeo encargado por el Gobierno Vasco se realizó mediante entrevistas personales a domicilio, técnica mucho más fiable y rigurosa que la de las llamadas telefónicas.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (16 de julios de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 26 de julio de 2017.
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