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2005/08/31 06:00:00 GMT+2

El síndrome posvacacional

Buena parte del personal llega al final de las vacaciones y regresa a sus ocupaciones laborales o de estudio. No lo hacen ni las mujeres dedicadas al trabajo doméstico (las amas de casa, que se les suele llamar, olvidando que la mayor parte de las veces las casas no tienen ama, sino amo, y que muchas de ellas carecen de vacaciones, porque durante el verano les toca seguir trabajando para que el resto de la familia no dé un palo al agua), ni quienes carecen de empleo, ni quienes han llegado a la edad del júbilo (o sea, a la jubilación), ni quienes no han tenido vacaciones en agosto, sea porque las tuvieron antes, porque las van a tener ahora o porque no las tienen nunca.

En fin, que vuelven muchos al trabajo asalariado, y casi todos regresan con una cara que llega hasta el suelo, abatidos, desganados y melancólicos, situación que los psicólogos al uso califican de síndrome posvacacional.

Mi tesis es que el llamado síndrome posvacacional no es ningún síndrome, sino una reacción sana y lógica de las personas que durante unas cuantas semanas se han ido situando en condiciones de juzgar con alguna distancia el absurdo alienante que encierra el grueso de la actividad profesional que desarrollan a lo largo de casi todo el año.

No todo el mundo odia su trabajo. Algunos tenemos la fortuna de dedicarnos a una actividad con la que disfrutamos. Por eso no paramos de trabajar durante las vacaciones, aunque bajemos el pistón. Gozamos haciéndolo, e incluso nos frustraría no hacerlo.

Los hay que aman también su profesión, pero odian el modo en el que tienen que ejercerla. He conocido a muchísima gente así en el gremio periodístico. Les gusta escribir, pero no lo que les mandan que escriban. Eso les echa para atrás, incluso.

En idéntica categoría hemos de situar a muchísimos profesionales de las más diversas ramas. Todos amantes de su profesión u oficio; todos cabreados con la manera en la que deben llevarlo cada día a la práctica para que les paguen a fin de mes.

Hay que contar también con el efecto deprimente acumulado que acarrea padecer la obligación de perder una parte sustancial del día yendo y viniendo de casa al centro de trabajo y del centro de trabajo a casa. Y con los devastadores efectos psicosomáticos de las comidas a salto de mata en cualquier sitio.

Concluyo: se llama síndrome posvacacional al tiempo que tarda una persona medianamente lúcida en resignarse a su destino mediocre y dejarse vencer por los efectos anestésicos de la rutina.

Leí hace años que los prisioneros de los campos de exterminio nazi organizaban partidos de fútbol, unos contra otros, para entretenerse mientras les llegaba la hora de acudir a la cámara de gas. Comprendí que los humanos somos capaces de amoldarnos a todo.

Que la mayoría supere el llamado síndrome posvacacional es otra buena prueba de ello.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (31 de agosto de 2005) y El Mundo (1 de septiembre de 2005). Hay algunos cambios, pero no son relevantes y hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 27 de julio de 2017.

Nota.- Concluyo el mes con una media de 2.156 visitas diarias a estos Apuntes, a expensas de lo que aporte el día de hoy. En años pasados, el mes de agosto venía a ser algo así como una travesía del desierto: las visitas descendían escandalosamente. La explicación que encuentro a lo sucedido este año es que está creciendo a buen ritmo el número de ordenadores personales; que cada vez es más la gente que navega por Internet fuera de su lugar de trabajo, y la que incluso se va de vacaciones con el ordenador portátil a cuestas. Sea como sea, también de esto me alegro. Supongo que os hacéis cargo de que uno escribe para ser leído.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/08/31 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: vacaciones apuntes el_mundo 2005 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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