Don Sigfrido Herráez, concejal de Movilidad Urbana del Ayuntamiento de Madrid, es como los abetos: existir, existen todo el año, pero es en Navidad cuando se plantan en el centro de la capital.
Todas las Navidades, don Sigfrido tiene alguna idea genial que obliga a hablar de él. Estuvo fantástico cuando se inventó el truco de los famosos conos, teóricamente destinados a evitar que los coches particulares entraran en los carriles reservados a taxis y autobuses. Los conos de las narices, de goma y meramente apoyados sobre el asfalto, eran golpeados sistemáticamente tanto por los que circulaban a su derecha como por los que lo hacían a su izquierda, de modo que en cosa de nada se plantaban en medio de la calle, obligando a los coches a hacer constantes y muy amenos eslálones para evitarlos. Apenas había personal para recogerlos y, como resultaba muy trabajoso ponerlos de nuevo en su sitio original, los dejaban en fila india, todos pegaditos, con lo que estorbaban menos pero, lógicamente, no prestaban ya ninguna función. Lo más gracioso es que don Sigfrido, que no es célebre por su gran sentido del ridículo, convocó a la Prensa para felicitarse por el éxito de los conos... cuando no habían comenzado todavía las festividades y sólo llevaban dos o tres días en las calles.
El invento de este año es un vehículo, un Smart, equipado con cámaras digitales. Don Sigfrido ha anunciado que lo va a tener «circulando incesantemente» por el centro de Madrid y que captará la imagen de los vehículos que estén estacionados en doble fila, lo que, según él, permitirá multarlos sin apelación posible, lo que ayudará a mitigar el problema de los atascos.
Del único modo que se me ocurre calificar la idea es diciendo... que es propia de don Sigfrido.
Vamos a ver.
Para que el coche de marras (que la Prensa ya ha bautizado como sigfrimóvil) pueda «moverse incesantemente» por el centro de Madrid durante las fiestas navideñas, lo primero que necesitará es que no haya atascos. Porque, si los hay -y no veo cómo se las arreglará don Sigfrido para que no los haya: de hecho ése es el problema que pretende afrontar-, su sigfrimóvil se quedará igual de parado que los demás coches. Si consigue que haga una media de 4 km./h., habrá logrado mucho.
Ahora bien: un guardia municipal también puede hacer una media de 4 km./h. Con la ventaja de que no se queda atascado. Y no consume gasolina. Y no contamina. Además, no tiene por qué haber sólo uno. Pueden ser diez, o veinte. Si la gracia está en lo de las fotografías digitales, no hay más que equipar a los guardias municipales con cámaras fotográficas especiales. Tampoco son tan caras. Mucho menos que el sigfrimóvil, desde luego.
Los guardias andarines presentarían una ventaja adicional que nunca aportará el cochecito de don Sigfrido: pueden ver la matrícula de los coches que están pegaditos entre sí, como están muchos de los aparcados en doble fila por el centro de Madrid. La cámara del sigfrimóvil no podrá retratar esas matrículas; los guardias de a pie, sí.
Todo esto sin contar con que las multas pueden contribuir a engrosar las arcas municipales, pero no resuelven para nada el problema de los atascos. Los coches aparcados en doble fila estarán multados, pero seguirán en doble fila.
Se preguntarán ustedes por qué no moviliza don Sigfrido a los agentes de la Policía Municipal. Yo se lo digo: porque no se atreve. Don Sigfrido se atreve a comprarse un cochecito, lo que le permite de paso lucir su palmito ante la Prensa, pero no tiene carácter para afrontar los problemas de fondo. Porque don Sigfrido tiene carácter para pasearse dando gritos por las dependencias municipales, abroncando a los funcionarios, pero frente a los problemas de verdad no es más que un pusilánime.
Si de veras quisiera afrontar el problema de los atascos interminables en el centro de Madrid, lo que debería es limitar el acceso de coches a esas zonas. Para lo cual lo primero que sería necesario es que dejara de autorizar la apertura de más aparcamientos en el centro, que constituyen una descarada invitación a que los coches entren hasta la cocina, y construyera en las afueras, en el límite de la red de metro, grandes aparcamientos disuasorios. Claro que eso exigiría inversiones serias, y hasta es posible que enfadara a los ricos comerciantes del centro de la capital, que tantos amigos tienen en el PP. Y que tan amigos son de don Sigfrido.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (14 de diciembre de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 31 de diciembre de 2017.
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