Que ETA tome a un fontanero-electricista de un minimunicipio catalán por representante de la opresión nacional de Euskadi no tiene ya, para estas alturas, nada de sorprendente. Francisco Cano ejercía en horas libres de concejal del PP, y a ETA con eso le basta. Con eso y con menos. Lo que trata es de llevar a la opinión pública española al hartazgo y el desaliento, para que fuerce a los responsables del Estado a tirar la toalla y, con tal fin, nada mejor que esta constante lotería de muerte que ha puesto en marcha desde la ruptura de la tregua: hoy aquí, mañana allá, pasado acullá; hoy un ex ministro, mañana un concejal, pasado mañana un ertzaina, al otro un periodista...
Muchos se quedan perplejos ante la selección de víctimas que hace ETA, aparentemente fuera de toda lógica. Pero, cuando lo que se pretende es provocar la desesperación del otro, nada más adecuado que acosarlo de manera arbitraria e impredecible. En ese sentido, la falta de lógica formal es una forma de lógica. No hay nada más aterrorizante que vivir con la angustia de no saber contra quién o quiénes, cuándo y dónde llegará el golpe siguiente. Porque es imposible estar preparado para todo. Porque no cabe defenderse de todo.
Pero hasta el último aspirante a estratega sabe que, para combatir eficazmente a un enemigo, lo primero que se requiere es entenderlo: saber cómo funciona.
Hay quien confunde entender con justificar y se toma cualquier intento de analizar la táctica de ETA como si fuera un amago de excusa. Grandísimo error. Por el contrario, lo que más contribuye a los fines del terrorismo son esos manidos discursos, a los que tan aficionados son algunos políticos y comentaristas, que pretenden que ETA no es más que una banda de «gente enloquecida» compuesta de «descerebrados» que «no saben lo que quieren». Un planteamiento así tendría algún sentido si estuviéramos refiriéndonos a un puñado de elementos aislados, sin capacidad de reproducción orgánica. Pero sabemos que son bastantes, y que si no son más es porque no quieren: cuentan con varios miles de jóvenes dispuestos a ser reclutados en cualquier momento para continuar la obra de quienes vayan siendo neutralizados.
Así las cosas, las seudoexplicaciones que apelan al delirio de ETA sólo multiplican el terror y la desesperanza de la ciudadanía. Surten el efecto contrario.
El rompecabezas vasco -es verdad- tiene muy mal apaño. Hay bastantes piezas que sobran y otras -demasiadas- que faltan. Abordémoslo con mucha serenidad. Y con imaginación. Y con valentía. De lo contrario -que es, me temo, lo más probable-, vamos a tener horror para rato.
Javier Ortiz. El Mundo (16 de diciembre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de diciembre de 2011.
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