Me hacen gracia los paralelismos que pueden establecerse entre la leyenda mitológica del rapto de Europa y los problemas por los que atraviesa hoy en día -hoy, 18 de junio de 2005, muy especialmente- la Unión Europea. Pero, quede tranquilo el ánimo de ustedes, que no es mi intención importunarlo ni castigarlo con las ideas perversas que se me ocurren al respecto. Me limitaré a reproducir el mito tal como aparece contado en la obra Mitología griega y romana, muy reconocida y galardonada en su tiempo, salida de la pluma de un erudito francés llamado Jean Humbert. La vigésimo cuarta edición del libro fue traducida al castellano por B. B. O. (sic) y publicada en Barcelona por Gustavo Gili en 1928. La tal versión me acompaña no desde esa fecha -algo temprana incluso para mí-, pero sí desde que llegué a la edad en la que hubiera debido alcanzar el uso de la razón.
La amable lectora y el no menos amable lector sabrán trazar las jocosas similitudes que se les ocurran. Pídoles, eso sí, que tengan en cuenta que el significado de la palabra «rapto» ha variado en los últimos años, gracias a una de las muchas intervenciones creativas en las que ocupan su tiempo los académicos españoles de la lengua. Hasta hace cosa de nada, se reservaba el término «rapto» para referirse al secuestro de una mujer por un hombre, efectuado por motivos y con propósitos sexuales. Gracias a nuestros académicos, siempre dispuestos a empobrecer el idioma y a restarle precisión para modelarlo a su imagen y semejanza, ahora la palabra «rapto» es sinónima de «secuestro», con lo que el sexo deja su lugar al dinero del rescate (lo que está lejos de resultar inconveniente para la historia que nos ocupa).
En fin, que les dejo a ustedes en compañía de la prosa de monsieur Humbert, con sus arcaísmos adecuadamente respetados en la versión castellana.
Ǥ 3. Europa
»EUROPA, hija del rey de Fenicia Agenor y hermana de Cadmo, era de una belleza deslumbrante. Vióla Júpiter y decidió raptarla. Pero, para conseguir mejor su objeto, se transformó en toro y fué a apacentarse en una pradera que se extendía junto al mar, donde Europa se divertía jugando con sus compañeras. Muy pronto su porte dulce y atractivo, su gracia y su tierno mugido, atrajeron las miradas de las doncellas fenicias, y acercándose Europa al manso animal, coloca guirnaldas en su frente, ofrécele hierbas floridas, acaricia dulcemente con su blanca mano su cuello y al fin se atreve a sentarse sobre sus espaldas. Sus compañeras iban a seguir su ejemplo, pero el pérfido toro no les dió tiempo para ello: escápase a todo correr en dirección al mar y se lanza al agua. Europa prorrumpe en gritos de espanto, tiende sus brazos hacia la ribera, tórnase pálida y se estremece al ver cómo las olas se abren a su paso y los monstruos marinos saltan a su lado.
»Ocupada hasta entonces en coger flores y tejer alegremente coronas para las ninfas, ahora y en la inmensidad de la noche no divisaba sino estrellas y aguas infinitas. Tan pronto como hubo tocado tierra firme en las costas de Creta, traspasada de dolor, exclamó: "¡Oh, padre mío, oh hermanos y amigas mías con quienes yo he pasado tantos días felices! ¿Dónde me encuentro? ¿Adónde voy? ¿Es todo esto una pesadilla que me atormenta...? ¡Haber dejado mi patria y mis dioses penates; haber osado traspasar la vasta llanura del mar...! ¡Ah, si pudiese librarme de este monstruo execrable! ¡El furor de que me siento poseída me daría fuerzas para reducirlo a pedazos, para romper los cuernos de este buey que hace poco tanta admiración me causaba! ¡Desgraciada! ¿Qué esperas para arrancarte la vida? Con este cinto que aun te queda puedes poner fin a tu suerte fatal, colgándote de esta encina; a no ser que prefieras, como esclava vil, tejer con tus reales manos la suerte que una extranjera se gozará en imponerte."
»Tales eran sus lamentos. Venus la escuchaba con un malicioso sonrís y a su lado también su hijo esgrimiendo su arco lacio. Cuando la diosa se hubo saciado gozándose en este bárbaro placer, le dijo: "Modera ese furor, si el toro viene a ponerse en tus manos para que puedas romper sus cuernos. ¿Tal vez ignoras que eres esposa de Júpiter? Apaga tu llanto y aprende a hacerte digna de la elevada suerte a que estás llamada. De hoy en adelante una parte del universo llevará tu nombre".»
Jueguen ustedes a imaginar quiénes pueden ser los fenicios de nuestro tiempo, quién se disfraza de bello toro para ocultar sus aviesos propósitos... y qué Europa es ésa que tanto se lamenta de haberse dejado seducir por una mala bestia.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (18 de junio de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 21 de octubre de 2017.
Comentar