Lo dice don Ramón, el de la tienda de comestibles, y se queda tan ancho: «Tenemos ya once medallas. Además, puede que ganemos el oro en los dobles de tenis femenino, y en fútbol estamos haciendo muy buen papel». Y don Ramón añade, sin ningún rubor: «Los de baloncesto, en cambio, han hecho un ridículo de padre y muy señor mío, los balonmanistas se confiaron demasiado frente a Francia y es una pena que en piragüismo se haya hecho tan mal papel».
¿A qué se deben los singulares cambios de persona verbal que practica don Ramón? No, desde luego, a ninguna diferencia en su papel personal en esas competiciones.
El es tan mero espectador en el caso de las victorias como en el de las derrotas. Pero le funciona el reflejo del viejo cuento: «Que dice el padre prior que bajéis al huerto y que cavéis». Y horas después: «Que dice el padre prior que subamos al comedor y que comamos».
Ahora, como las representaciones deportivas españolas están haciendo un papel bastante airoso, el nacionalismo -qué por estos lares suele darse en su versión más cutre, o sea, la patriotera- está haciendo su agosto. «Es que esta vez nos hemos preparado muy bien», insiste don Ramón desde el puesto fijo que tiene en el café de la esquina, frente al televisor, apoyando la barriga contra la barra y sosteniendo en una mano la copa de anís y en la otra el farias.
A mí, qué quieren que les diga, me entra la risa. Primero, porque don Ramón no parece haberse preparado gran cosa para nada, como no sea para dejar al chico de los recados al frente de la tienda de comestibles mientras él instala su voluminosa humanidad en el bar.
En segundo término, porque no consigo contagiarme de su exaltación nacional: Ni de la suya ni de la de tantos otros. Para estas alturas, debo ser de los pocos que siguen considerando que los Juegos Olímpicos, como su nombre indica, son tan sólo eso, juegos, o sea, algo en lo que ganan o pierden los que participan.
Y, como yo no participo -ni podré hacerlo hasta que se ponga en marcha la modalidad de mus, cosa que me apresuro a reivindicar, me lo tomo con calma. ¿Que Emilio Sánchez Vicario juega y pierde, solo y en la modalidad de parejas, tras sendos partidos emocionantes? Pues disfruto de los partidos -en la medida en que me deja TVE, que cortó el primero cuando estaba a punto de concluir, para conectar con una carrera a la que aún le faltaban siete vueltas, y santas pascuas. ¿Debería suponer que ha perdido «España»? Venga, por Dios. Guardemos las proporciones.
Claro que no son sólo los Juegos Olímpicos. Aquí, el gusto por la hipérbole nacional lo domina todo. Anteayer, el ministro de Defensa se pasó el día haciendo declaraciones sobre el avión europeo de combate en términos no menos cómicos: «España piensa que...», «La posición de España...». No me sea usted megalómano, don Julián, que usted puede ser importante, pero todavía no es el Estado. ¿Dónde se ha visto un Estado calvo y con bigote?
Javier Ortiz. El Mundo (6 de agosto de 1992). Subido a "Desde Jamaica" el 11 de agosto de 2012.
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