Más de una vez he expresado la desconfianza que me producen los sondeos de opinión que publican los periódicos.
Se trata de una desconfianza basada en el conocimiento. Sé hasta qué punto las empresas demoscópicas tienden a halagar los más bajos instintos políticos de sus clientes y sé, además, qué juegos florales pueden hacer los medios, una vez que reciben los resultados, para resaltar aquellos que más les complacen y ocultar o desdibujar los que menos.
Otra parte de mi desconfianza es meramente técnica. Algunos sondeos se basan en conversaciones telefónicas realizadas sobre una muestra muy pequeña de la población. Por mucho que la empresa encargada del sondeo presuma siempre de su fiabilidad (¿qué otra cosa podría hacer?), hay veces que su margen de error real es tan amplio que vuelve insignificantes los resultados obtenidos. Otras, la muestra es amplia, pero no tanto como para que los resultados de menor cuantificación puedan tomarse en serio. Cuando la horquilla de fiabilidad declarada está en un ±3%, los análisis basados en diferencias inferiores -por no hablar de los que se apoyan en decimales- carecen del más mínimo sustento probatorio.
A cambio, me tomo más en serio lo que leo cuando se trata de un sondeo realizado sobre una muestra realmente amplia y cuando lo que se somete a examen son sus resultados más globales.
En razón de todo esto, me tomo relativamente en serio lo que dice el macrosondeo que publica hoy El Mundo, según el cual el PSOE no ha conseguido apenas recortar la distancia que le separa del PP en las preferencias electorales de la población. También me parece verosímil que el índice de prestigio de Rodríguez Zapatero se haya quedado parado, o incluso descienda.
Es perfectamente posible. Y, a la vez, terrible para los socialistas y su ya no tan nuevo secretario general. Porque, si en un pasado más o menos reciente, Rodríguez Zapatero podía alegar en su descargo que Aznar se estaba aprovechando de la bonanza económica y de los pluses sociales que gracias a ella podía conceder, ahora ya no puede echar mano de esa coartada. La desaceleración económica es un hecho, como lo son los recortes sociales -vía impuestos indirectos, sobre todo- y como lo es la creciente chulería antipática y reaccionaria del PP, de la que el PSOE debería estar sacando partido intensivo. Han mejorado las condiciones objetivas para hacer oposición y Zapatero no está aprovechándolas. En resumen: que su oposición tranquila será todo lo tranquila que se quiera, pero apenas es oposición. Constituye un amasijo informe de poses incoherentes que sólo convencen a los previamente convencidos. No formula propuestas alternativas, ni se distancia significativamente de la política del Gobierno en ningún asunto crucial. Y cuando lo hace, como en el caso de su reciente viaje a Marruecos, es para pillar a Aznar por la derecha, que manda huevos. En otras ocasiones, ni siquiera es capaz de adoptar una posición unificada: él dice que A y los barones de su partido sostienen que B, y se quedan tan anchos.
Con Zapatero al frente del PSOE, tenemos PP para rato. ¿O para Rato?
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (3 de enero de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 19 de febrero de 2017.
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