Lo primero que se requiere para estar en condiciones de resolver cualquier problema es ser consciente de que el problema existe. Lo segundo, querer solucionarlo.
Parece de Pero Grullo -y en realidad lo es-, pero hay gente que no lo tiene en cuenta.
Muchos políticos de Navarra niegan que haya un problema de Navarra. «Nosotros no tenemos ningún conflicto. Lo único que necesitamos es que nos dejen en paz», dicen.
Cierran los ojos al hecho de que una parte sustancial del pueblo de Navarra -sobre todo de su mitad norte, pero no sólo- se siente, se sabe vasca.
«Bah: los partidos nacionalistas vascos obtienen una proporción de votos muy minoritaria dentro de la comunidad foral», replican. Pobre argumento: como si sentirse vasco obligara a votar a los nacionalistas. Reconocerse vasco no presupone ninguna opción política particular: ni en Bilbao, ni en Lesaka, ni en Biarritz. Pregunten a los naturales de Baiona si se consideran vascos: el sí rozará el cien por cien. Sin embargo, muy pocos de ellos dan su voto a un partido nacionalista.
Se equivocan quienes niegan el importante tanto de vasquidad de Navarra, como se equivocan los que toman ese tanto por el todo y sostienen que Navarra es tan vasca como Guipúzcoa.
Navarra tiene una población diversa: una parte se considera vasca; otra, vasco-navarra, otra, navarra en exclusiva.
Es una realidad contradictoria y, por ello mismo, conflictiva.
«Los navarros sabemos que no tenemos nada que ver con el País Vasco», oigo decir a un dirigente de UPN. Y , entonces, ¿qué ocurre con los que no tienen claro eso, o tienen claro todo lo contrario? ¿Que no son navarros? El mismo exclusivismo que critican en los jelkides del PNV cuando a veces se expresan como si los vascos no nacionalistas no fuéramos vascos, lo exhiben ellos en su afirmación navarrista.
Hay un problema de Navarra. Si quisieran solucionarlo, los unos y los otros, admitirían que la salida no puede pasar ni por la negación del componente vasco de Navarra ni por su integración pura y simple en la Comunidad Autónoma Vasca. Que se impone hallar formas de relación positiva entre ambas comunidades que resulten válidas para los navarros que se sienten vascos sin resultar molestas para los que no.
Pero para plantearse esas vías hace falta desear que el problema se resuelva. Y me temo que hay algunos -pescadores de aguas revueltas- que prefieren que no se solucione, porque viven de él.
Javier Ortiz. El Mundo (30 de enero de 1999). Subido a "Desde Jamaica" el 2 de febrero de 2011.
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