El PP exige al PSOE, dentro de sus acuerdos antiterroristas, que se atenga fielmente a lo que llama «el principio de coherencia». Entienden los de Aznar que el respeto al tal «principio» obliga a defender las mismas posiciones de manera invariable, al margen de toda contingencia de tiempo o de lugar. «Que lo que se dice en Madrid se diga también en San Sebastián, y que lo que ayer se tuvo por válido merezca idéntica consideración hoy o mañana».
Ah, ya.
Pues bien: si el PP se atuviera estrictamente al susodicho «principio de coherencia», no podría, para empezar, suscribir ningún acuerdo de principios con los socialistas. Debería ser coherente con el criterio que expresó hace unos años, cuando sentenció que el PSOE era un partido corrupto que actuaba al margen de los más elementales dictados del Estado de Derecho. Como quiera que los herederos de González no han seguido las estaciones del necesario vía crucis purificador -no han confesado sus pecados, no han mostrado propósito de la enmienda y no ha cumplido ninguna penitencia, por lo menos voluntariamente--, el respeto al «principio de coherencia» obligaría al PP a seguir apartándose de ese partido como de la peste.
Claro que hay más. Recordemos, por ejemplo, que el PP, con su presidente a la cabeza, fue partidario de negociar con ETA, y hasta mandó una delegación a Viena para que se entrevistara con los dirigentes de la organización terrorista, a ver si lograba acordar algo con ellos. ¿De qué modo habría de actuar ahora en ese terreno, para que «el principio de coherencia» no se resintiera?
Ítem más: durante largas y penosas semanas, el PP se benefició del voto coincidente de Batasuna para bloquear los Presupuestos del Gobierno Vasco. ¿Cómo se consigue que «el principio de coherencia» no sufra cuando ahora se asegura enfáticamente que no es lícito apoyarse en Batasuna ni siquiera para hacer oposición?
El PP tiene una idea muy particular del «principio de coherencia». Consiste en considerar modélico todo lo que él hace y reclamar al PSOE que le siga en sus sucesivos zigzags. Y, si no, leña, por incoherente.
Para coherencia, la de quienes los tienen catalogados a todos ellos como perfectos sinvergüenzas y oportunistas redomados. Anteayer, ayer y hoy. Aquí, en Madrid, en Euskadi y en Kuala Lumpur. Oigan: y sin un ápice de variación.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (26 de marzo de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de abril de 2017.
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