Aznar viaja a Egipto e Israel. Doy por hecho que aprovechará la ocasión para aleccionar a sus interlocutores árabes y judíos en el principio fundamental de su pensamiento político actual: no se puede pagar precio alguno por la paz. Principio que, como es bien sabido, cabe formular también a la inversa: no se puede permitir que los violentos obtengan rédito político de su acción. Ariel Sharon le aplaudirá hasta con las orejas. Y también Hamas.
Imagino ya el estupor de más de uno: «¡Pero, hombre! ¡Aznar dice eso refiriéndose exclusivamente al País Vasco!». Bueno, el hecho es que no. Invito a quien quiera a que lo compruebe: él lo formula siempre como si se tratara de un principio general, esto es, como si fuera una verdad válida para cualquier tiempo y circunstancia.
Claro que no se lo cree. Por supuesto. Pero lo hace. Porque, si lo planteara como algo contingente, referido únicamente a Euskadi, tendría que descender a las circunstancias concretas del caso. Debería explicar por qué es partidario de que en Oriente Medio, en El Salvador o en Colombia se pague un precio por la paz y se permita que los violentos obtengan un rédito político y en Euskadi, en cambio, se niega en banda a nada que pueda parecerse a eso.
Y no es que esa diferencia de planteamiento carezca de posible explicación. Al contrario, la tiene, y relativamente sencilla. Pero no quiere darla, porque no es muy estética.
Aznar cree que la situación de violencia en esos puntos del planeta es realmente intolerable. Entiende que es imprescindible salir de ella y comprende que, para lograrlo, todas las partes en liza han de renunciar a algunas de sus exigencias. Dialogar, negociar, ceder.
A cambio, piensa que la situación de violencia que genera el conflicto vasco no es realmente intolerable. Lo único que le parece intolerable es que el independentismo vasco cobre alas. Se atiene a la vieja teoría, atribuida a Luis María Anson, de «la úlcera» y «el cáncer». Según esa teoría, ETA es para el Estado español como una úlcera: algo realmente molesto, pero no mortal. En cambio, el separatismo vasco es como un cáncer: plantea un riesgo cierto de muerte. De acuerdo con lo cual, el objetivo prioritario del Estado español no ha de ser terminar con el terrorismo, sino neutralizar el independentismo. Y a eso se dedica.
En mi criterio, el error clave de ese planteamiento no está en que menosprecie el daño que causa el terrorismo, sino en que ni siquiera considera el desastre más importante que está sufriendo la sociedad vasca: su división en dos comunidades que cada vez tienen más problemas para vivir juntas y en paz. Aznar no es consciente de que su política, con el correlato necesario del terrorismo de ETA y del fanatismo de los sectores más irredentos del MLNV, contribuye a agravar más y más esa escisión. No es consciente de ello... o le da igual.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (12 de febrero de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 19 de abril de 2017.
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