Hay muchos dichos sobre los diversos modos en que cabe encarar el futuro. Uno muy clásico, es el que sostiene que un pesimista es tan sólo un optimista bien informado. Otro, también célebre, es el que defiende que hay que combinar «el optimismo de la voluntad con el pesimismo de la razón».
Ninguno de los dos me convence, pero este último me parece particularmente desafortunado. No veo por qué la voluntad haya de oponerse a la razón.
Estuve el jueves con Xabier Arzalluz, con el que tengo, como es bien sabido, una relación cordial, nacida del largo tiempo que nos ha llevado la elaboración de sus memorias (*). Arzalluz y yo mantenemos actitudes ideológicas diferentes, e incluso contrapuestas, en relación a bastantes cuestiones, pero hay un punto en el que ambos coincidimos plenamente a la hora de analizar la polémica actual sobre la hipotética reforma del modelo de organización territorial del Estado: los dos somos francamente pesimistas. Creemos que las posibilidades de que se llegue a plantear el fondo de los problemas son casi nulas, por no decir nulas del todo.
El Euskadi Buru Batzar del Partido Nacionalista Vasco ha aprobado por unanimidad un documento en el que declara que el derecho del pueblo vasco a decidir sobre su engarce con el Estado español no es negociable, pero que el PNV está dispuesto a discutir con los demás partidos vascos cuándo y cómo se ejercerá ese derecho. Pongámonos en el caso de que el Partido Socialista de Euskadi aceptara el derecho del pueblo vasco a decidir, que ya es ponerse, y que el PP quedara políticamente aislado en Euskadi. Ése sería, sin duda, un punto importante, pero en ningún caso decisivo, porque quien tendría que avenirse a ello es el Parlamento central. Y ahí las cosas están como están. No ya el PP, sino también buena parte del PSOE, se muestran intratables, atrincherados detrás de «la indisoluble unidad de la Nación española». No admiten que se pueda ni siquiera considerar la existencia de diversas soberanías dentro del territorio abarcado por el Estado español. Lo cual viene reforzado por el hecho de que buena parte de la opinión pública española está en las mismas.
El problema puede venir -ya se empieza a amagar en Cataluña, pero podría producirse en Euskadi en similares términos- cuando lo que se plantee sea un enfrentamiento tan tajante como irresoluble entre la representación política y social de Cataluña y Euskadi y la encarnada por la mayoría de las Cortes de Madrid. Hay dos posibilidades que parecen dominar sobre las demás: que cedan Cataluña y Euskadi o que se produzca un choque grave.
Ambas son muy preocupantes. Por eso soy pesimista.
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(*) Recibo numerosos correos que me piden detalles sobre la presentación en Madrid de Así fue, el libro de memorias de Arzalluz que he editado y que ya está a la venta -ayer debió de llegar a las librerías-, y sobre otros posibles actos de presentación. Ya dije hace días, y reitero, que la presentación en Madrid será el 10 de noviembre, pero que aún no está claro ni la hora ni el lugar. Lo pondré aquí en cuanto lo sepa. Digo lo mismo con respecto a la eventual presentación del libro en Euskadi. Lamento no poder responder uno por uno a todos cuantos me escriben, pero es que, sencillamente, no tengo tiempo de hacerlo. Me pasaría medio día en ello.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (22 de octubre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de octubre de 2017.
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