No había comentado nada de la curiosa polémica que se trajeron hace unos días Esperanza Aguirre y Eduardo Haro Tecglen. El columnista de El País escribió en duros términos sobre la presidenta de la Comunidad de Madrid (cosa bien comprensible, porque la señora se las trae) y ésta respondió con una carta al director en la que reprochaba a Haro haber ejercido de plumífero falangista, lo cual es cierto, y él finalmente no niega (y digo «finalmente» porque en un principio publicó otra carta al director de El País en la que aseguraba que «todas» las afirmaciones contenidas en la misiva de Aguirre eran falsas. No pudo mantener ese extremo porque somos muchos los que hemos podido leer algunas de las encendidas alabanzas que el joven Haro dedicó al Generalísimo Franco y a José Antonio Primo de Rivera). No obstante, el Haro mayor se muestra indignado con ese reproche y contesta diciendo que sólo falta que «quienes (le) obligaron a escribir esas cosas» en su juventud vengan ahora a echárselas en cara.
No es la primera vez que me topo con ese argumento defensivo de Haro y confieso que siempre me ha dejado perplejo. No me imagino cómo pudieron obligarle a escribir loas a Franco.
Aunque algo menos anciano que él, yo también viví bajo el franquismo. Y escribí sobre aquello, ciertamente. Pero en contra. En periódicos clandestinos. Ni se me ocurrió la posibilidad de hacer literatura política en las publicaciones oficiales del Régimen. Era evidente que en aquel ambiente de fascismo recalcitrante no tenía sentido que alguien de izquierda tratara de ejercer de columnista político.
Hubo bastantes intelectuales, escritores y periodistas demócratas que optaron por otra salida, a la que con los años yo también me apunté: la que abrían las fronteras. El exilio.
Quiero decir con ello que cada cual se las arregló como pudo -bastante mal, por lo general- pero, que yo sepa, Haro es el único que se sintió obligado a escribir panegíricos a favor del Caudillo.
Hace un par de años me tocó presentar mano a mano con él un libro (un interesante libro, por cierto) en Madrid y mantuvimos otra breve polémica de este mismo estilo. Surgió cuando él argumentó que un columnista no puede permitirse el lujo de ir en contra de la línea editorial y los intereses del patrón para el que trabaja. Tampoco pude dar por válido ese argumento. Es indudable que hay patronos con cierta manga ancha, y otros -caso del patrón del propio Haro- que la tienen ceñidísima, pero una cosa es que no puedas ejercer de oposición interna y otra que te sientas obligado a poner por los cuernos de la luna al menda que te asegura la nómina. Al final, tus lectores ya no saben qué cosas escribes porque te consideras obligado y cuáles porque las piensas de verdad.
Nota 1.- El mal funcionamiento que tuvo ayer la conexión de esta web con la Red provocó que el número de visitas bajara espectacularmente. Es muy probable que la media mensual se vea afectada por ello.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (4 de abril de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 11 de noviembre de 2017.
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