Oigo que Tom Cruise acaba de producir y protagonizar una película que relata la historia de unos combatientes del Bien que son capaces de detener a los criminales antes de que hayan tenido ocasión de delinquir. El filme, por lo que se cuenta, está haciendo furor en los Estados Unidos. Todavía no he escuchado que nadie haya objetado que, si el personaje que interpreta Cruise y sus amigos neutralizan a los presuntos malos antes de que hayan cometido ningún delito, entonces están procediendo contra inocentes. Es decir, que los delincuentes son ellos.
Supongo que nadie formula esa objeción porque pensarla, primero, y conseguir que el público la entienda, después, presupone un cierto esfuerzo intelectual común, y eso no sólo se lleva poco, sino que además está francamente mal visto.
Para empezar, reclama que la gente asuma que el Bien y el Mal no están personificados; que resultan de los actos.
Al personal de nuestro entorno se le ha enseñado que el mundo está clasificado: de un lado se sitúan los buenos; del otro, los malos. Una vez establecida esta clasificación, nada más fácil que juzgar cuanto sucede: es bueno, por definición, lo que hacen los buenos, y malo lo que hacen los malos. En consecuencia, carece de sentido plantearse la posibilidad de que el chico de la película, Bush o Aznar se muestren en la práctica como peligros públicos: lo ontológicamente bueno no puede albergar ningún mal. O al revés.
Garzón también lo tiene claro: «Las leyes están hechas para ser aplicadas», dice, dando por hecho no sólo que las leyes son obligatoriamente justas, sino que, además, su aplicación es forzosamente la adecuada. Así tiene que ser, puesto que son leyes que emanan del Bien y que están hechas para combatir el Mal. «La nueva Ley de Partidos está hecha para combatir el terrorismo; por lo tanto, todo aquel que rechaza el terrorismo debe defender su aplicación»: ésa es la lógica que esgrimen los garzonófilos. Es, en el fondo, la misma que utiliza Bush en defensa de la pena de muerte: puesto que la pena de muerte castiga los peores crímenes, todo aquel que esté en contra de los peores crímenes debe respaldar la pena de muerte.
El pensamiento simplón es de aplicación universal. Vale para cualquier materia. «Si es verdad que el PSOE quiere bajar los impuestos, que apoye la reforma del IRPF», declara hoy en una entrevista el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. El hombre da por supuesto que sólo hay un modo de bajar los impuestos, que es el suyo, como sólo hay un modo de combatir el terrorismo, que es el de su jefe.
De veras que resulta tremendamente agotador dedicarse sin parar a rebatir simplezas.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (18 de agosto de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 14 de enero de 2018.
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