Si las votaciones sirven para elegir legisladores -o, llegado el caso, gobernantes-, el criterio que debería regir a la hora de la selección de los candidatos habría de ser -digo yo, en buena lógica- el de su mayor o menor aptitud como legisladores y, si se tercia, como gobernantes.
Sin embargo, en la vida política española se acepta como la cosa más natural del mundo que los candidatos sean designados pura y exclusivamente atendiendo a su habilidad... para triunfar en las elecciones. Como si lo que viniera después ya diera lo mismo.
La culpa la tiene, sin duda, la mala educación del electorado (que es, por supuesto, la educación que le han dado).
Los votantes se comportan de modo disparatado. Imagínense ustedes que un individuo que se ha pasado media vida ahorrando para construirse una casa de campo pusiera finalmente la obra en manos del arquitecto que le demostrara tener mejor labia, renunciando a comparar, planos en mano, todos los proyectos que se le han presentado. Diríamos que es un bobo. ¿Qué diablos pinta la cháchara en la arquitectura?
Pues lo mismo que en la política: nada. Es puro desvarío confundir el oficio de legislar o el de gobernar con un espectáculo.
Pero es lo que ocurre, votación tras votación.
Todo el mundo parece de acuerdo en que Joaquín Almunia es peor candidato que Felipe González. ¿Por qué? «Es un triste». ¿Pero esto que es: un concurso de gracejo? ¿Por qué no comparan los méritos del uno y el otro y, ya de paso, sus deméritos? Yo, hasta ahora, no he oído que Almunia haya sido clave en los GAL, o en Filesa, o en el cobro de fondos reservados.
«Aznar ha mejorado algo como candidato». ¿En qué ha mejorado? Todo lo contrario: ha demostrado que no tiene olfato para captar cuándo es de rigor adelantar unas elecciones. Y un político sin olfato es un político incompetente. Eso sin hablar de la Ley de Extranjería, de las stock options o del conflicto vasco. Cada día que pasa se le ve menos capaz, más desangelado.
«Paco Frutos es mal candidato. Apenas se le conoce». Y si no se le conoce, ¿cómo saben que es malo? Que nos cuente de qué va, y ya veremos. Frutos tiene de entrada un punto a su favor, al menos para mí: no gusta nada a la derecha. Un dirigente que se dice de izquierda y que cae bien a la derecha me resulta siempre muy sospechoso.
Es un horror que las elecciones se planteen como un pase de modelos. Pero hay algo peor: que sean como una pasarela de moda y que, además, los modelos sean feísimos.
Javier Ortiz. El Mundo (22 de diciembre de 1999). Subido a "Desde Jamaica" el 29 de diciembre de 2010.
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