Sólo alguien que tenga poco o nada asimilados los usos y costumbres de las democracias parlamentarias puede echarse las manos a la cabeza por el poder que en ciertos momentos adquieren en la vida de las cámaras tales o cuales grupos minoritarios. Puede lamentarse todo lo que quiera por el hecho de que un partido que tiene nueve escaños -nueve sobre 75 tampoco es filfa, de todos modos: a escala, en el Congreso de los Diputados serían 42-, pero no tiene derecho a escandalizarse, salvo que se oponga a que el sistema electoral sea más o menos proporcional.
Cuando en un parlamento hay dos bloques relativamente igualados en el número de escaños, no es raro que un grupo minoritario acabe teniendo en su mano la decisión final. Ha habido casos en los que incluso un solo diputado ha estado en condiciones de inclinar la balanza de uno u otro lado: la semana pasada hubiera podido hacerlo en la Cámara de Vitoria la diputada de Aralar, sin ir más lejos. No olvidemos tampoco a Tamayo y a Sáez, la que armaron en Madrid. EHAK se ha aprovechado de su situación privilegiada para obligar al PNV a pasar bajo sus horcas caudinas. Podía hacerlo y lo ha hecho. A cambio, el PNV le ha contestado dejándolo sin representación en la Mesa del Parlamento. Igual: podía hacerlo y lo ha hecho. A la guerre comme à la guerre.
El Parlamento de Vitoria puede tener una vida agitada, pero llevadera, mientras ese tipo de escaramuzas sean la excepción, y no la regla. A cambio, se convertiría en inviable en el caso de que EHAK optara por plantearlas de manera sistemática. A modo de ejemplo: pongamos que decidiera aplicar a la designación del nuevo lehendakari el mismo tratamiento que a la elección del presidente del Parlamento y que anunciara su disposición a votar a un candidato del PNV... siempre que no sea Ibarretxe. O que se negara día sí día también a negociar con el Gobierno vasco los proyectos de ley, uniéndose al PSE y al PP para tumbarlos. (No es imposible. Como buena parte de la izquierda abertzale, la gente de EHAK le tiene muchas ganas al PNV. Ya ha dejado caer en un par de ocasiones que no renuncia a «coincidir tácticamente» con el PSE ni, incluso, a alcanzar acuerdos concretos con él. «A fin de cuentas», arguye, «tiene línea directa con Madrid».
Insisto: puede hacerlo; estará en su derecho. Pero, de entrar por esa vía, acabará por no dejar al lehendakari más salida que la pronta convocatoria de nuevas elecciones.
Lo cual sería un sorteo. Para todos, pero también para EHAK, que habría de afrontar ante sus electores la responsabilidad de haber tirado demasiado de la cuerda en un momento tan especial.
Tirar demasiado de la cuerda siempre es un error, pero más cuando uno está en el mar a punto de ahogarse y la cuerda en cuestión es la que le han echado para ayudarle a salir.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (24 de mayo de 2005) y El Mundo (25 de mayo de 2005). Hay algunos cambios, pero no son relevantes y hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 23 de octubre de 2017.
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