¿Qué José Luis Rodríguez Zapatero es el de verdad? ¿El que defiende ahora el entendimiento entre los partidos democráticos sin exclusiones y el diálogo como fórmula necesaria -aunque no única- para la resolución de todos los conflictos, incluidos los más lacerantes, o el que se atribuía apenas hace dos años el gran mérito de no haber hablado jamás -a diferencia de Aznar, daba a entender- ni con Fidel Castro ni con Xabier Arzalluz? ¿Es más auténtico éste de ahora, que se muestra abierto a reformar in extenso los estatutos de autonomía de Cataluña y Euskadi, en sintonía con el PSC de Pasqual Maragall y el reconvertido PSE de Patxi López, o lo era aquel que tenía a Juan Carlos Rodríguez Ibarra como consejero áulico?
No soy tan novato en estas lides como para ignorar que muchos políticos de los que deambulan por las cumbres del poder son muy capaces de decir hoy una cosa y mañana la opuesta (y de hacer en ambos casos una tercera o una cuarta). Pero lo de Zapatero no creo que sea un puro ejercicio de cinismo. Para mí que ni hace un par de años estaba realmente convencido de lo que decía ni ahora está persuadido de lo contrario.
Por decirlo educadamente: no parece que su especialidad sea la firmeza de criterios.
A veces da la sensación de que juega con dos barajas. Pero no es eso. Es que no sabe a qué carta quedarse.
Su propio Gobierno es reflejo de sus perplejidades. Los ministros rivalizan a la hora de pontificar sobre lo que finalmente hará o no hará en relación con ETA, como si la mente del presidente careciera de secretos para ellos, e incluso hay uno -el de Defensa- que se permite plantearse los problemas políticos desde una perspectiva netamente diferente de la del jefe del Ejecutivo. Hace meses que José Bono deja claro cada vez que tiene ocasión -y cuando no la tiene se la inventa- que sus inclinaciones ideológicas están muchísimo más cercanas a las del PP que a las de los socios parlamentarios de Zapatero. Y lo peor no es que lo deje entrever, sino que obra en consecuencia, tomando iniciativas a su aire, como la de dejar patas arriba el proyecto de Ley Orgánica de Defensa Nacional tras negociar él directamente con Rajoy. Este género de actuaciones, que llevan a que el propio PP haga distingos dentro del Gabinete -y con razón-, no dice mucho en favor de la coherencia del equipo gubernamental.
Los políticos de natural dubitativo suelen dar ir dando vueltas y más vueltas, asumiendo políticas y tonos diversos, hasta que, si tienen suerte, un buen día encuentran un papel que por lo que sea les granjea un plus de valoración popular. Los menos atolondrados suelen entender la lección y se asientan ya para siempre en la representación de ese papel. Con el tiempo, los hay que hasta son recordados como ejemplo de firmeza.
En cosa de meses sabremos si Zapatero ha encontrado ya de una vez el papel de su vida.
Javier Ortiz. Apuntes del natural y El Mundo (21 de mayo de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 23 de octubre de 2017.
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