La OTAN va a iniciar los trámites para constituir una especie de superpolicía mundial que pueda intervenir en no importa qué lugar del globo no ya para reprimir cualquier acción terrorista, sino «para impedir que se produzca».
Esto significa, en primer lugar, que la OTAN planea saltarse la autoridad de las Naciones Unidas, puesto que su superpolicía se pondrá en marcha cuando lo decida la propia Alianza, sin necesidad de ninguna otra aprobación. Y significa, en segundo término, que se propone hacer caso omiso de los principios de la legalidad internacional hasta ahora tenidos por comunes: se arroga el derecho a fijar por su cuenta los «peligros potenciales» que le parezca, estén en donde estén, y a proceder a su destrucción «preventiva».
Los dirigentes atlantistas justifican tan singular iniciativa arguyendo que hoy la paz mundial sufre «peligros extraordinarios», lo que obliga a adoptar medios de lucha igualmente extraordinarios. Es falso.
Es mentira que la paz mundial esté hoy más amenazada. De hecho, tal pretensión no aguanta el menor análisis concreto. Compárense los focos de tensión actuales con los que había en los años sesenta, setenta y ochenta y se verá de inmediato que, en relación con la realidad internacional de aquel tiempo, la de ahora bien puede calificarse de calma chicha. Quitando el conflicto palestino-israelí -que también estaba activo in illo tempore, tanto o más-, apenas quedan ya media docena de escenarios bélicos, por lo demás muy acotados, y casi todos en franca regresión. Entonces existía el peligro de una nueva guerra mundial. Ahora no: no hay enemigo. Y no porque los problemas económicos y sociales hayan ido a menos. Al contrario: las injusticias son todavía más lacerantes. Pero no generan conflictividad armada.
Se habla sin parar del terrorismo internacional. Pero, incluso en ese capítulo, la situación de hace apenas unas décadas era bastante más dramática. Prácticamente han desaparecido del mapa los grupos terroristas de inspiración marxista y no ha aumentado la de los que se asocian -o son asociados- al islamismo, por mucho que se dramaticen sus acciones.
Hechas todas las cuentas, lo único novedoso del tiempo presente es lo sucedido el 11-S. Hasta el año pasado, los EE.UU. no habían vivido la violencia en directo y en su propia casa: eso es cierto. Pero tal suceso, por muy lamentable que sea, no ha alterado en modo alguno la relación militar de fuerzas a escala mundial, dígase lo que se diga.
Ahora tratan de crear otro ejército más, sólo que más arbitrario y menos sometible a la ley que los ya existentes.
Medio mundo se muere de hambre y ellos sólo piensan en gastar más en nuevas armas con las que enfrentarse a sus señuelos.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (22 de noviembre de 2002) y El Mundo (23 de noviembre de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de enero de 2018.
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