Recuerdo una viñeta de Siné, el veterano dibujante y escritor francés asiduo del semanario satírico Charlie Hebdo, que apareció publicada a comienzos de los sesenta. Se veía a un paraca con aire compungido que le decía a su novia, sentada sobre sus rodillas: «Ah, María, ¡qué gilipollez! ¡La paz!». Supongo que se referiría al fin de la Guerra de Argelia, aunque al Siné de la época también le gustaba referirse muy ácidamente a la descolonización del Congo Belga, recién rebautizado como Zaire.
No me llamó la atención la viñeta de Siné porque criticara la guerra. Tampoco me habría sorprendido que denunciara el carácter neocolonial o imperialista de las guerras que se tomaban el relevo por aquel entonces con anonadante frecuencia. Lo que me dejó más pensativo fue el descubrimiento -descubrimiento para mí, claro está- de que hay gente, como el paraca del chiste, que vive de que haya guerras y de pegarse en ellas. Gente a la que la paz -cualquier tipo de paz- le hace polvo.
El secretario general del PSOE, José Blanco, se ha declarado convencido de que el PP no quiere que se llegue a una solución dialogada que permita la pacificación de Euskadi. Otros socialistas han secundado su afirmación: «El PP vive instalado en la tensión, en la crispación, en la confrontación». No parece que sea la gente del PSOE la más libre de pecado para tirar esas piedras, habida cuenta de que ellos acompañaron a Aznar -a escala central- y a Mayor Oreja -en Euskadi- a pie juntillas cuando ésa era la política dominante. De hecho, y aunque de manera mucho más templada, todavía lo hace.
Pero resulta difícilmente indiscutible que la fuerza con que el PP se ha agarrado a la intransigencia en relación a Euskadi y, aún más, el enorme peso cuantitativo y cualitativo que ha concedido a ese punto como seña de identidad política, tiene que causarle hoy en día más de un quebradero de cabeza. ¿Y si aquí no hubiera terrorismo? ¿A qué se dedicarían los cientos y cientos de cuadros de su partido que no saben hablar de otra cosa?
Fenómeno semejante, y probablemente más grotesco, se produciría en el mundo de la Prensa. Hay en los medios de comunicación con sede en Madrid toda una legión de supuestos especialistas en Euskadi, que no sólo no tienen ni idea de Euskadi, sino tampoco de periodismo. Son agitadores de pacotilla que insultan, difaman y fantasean cuanto les viene en gana, porque nunca tienen enfrente nadie que les responda. Se sienten aplaudidos por una parte de la opinión pública, agasajados por quienes rigen los medios para los que trabajan y, sobre todo, magníficamente pagados, que es lo que más les importa. ¿Qué harían si se les acabara el monotema y tuvieran que ponerse a estudiar las infinitas cosas que suceden en el mundo, muchas muy complicadas y sobre las que el Pacto Antiterrorista no dice nada? Me sé de un puñado de ellos -y de ellas- cuya conversación alcanzaría, y no sin dificultades, el nivel de las charlas de barra da café.
Otro motivo más para desear que ETA se disuelva.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (11 de mayo de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 29 de octubre de 2017.
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