Los jefes de las patronales españolas -empezando por el inefable Cuevas- se quejan sin parar de «la rigidez» del mercado de trabajo local y reclaman, día sí día también, que se tome ejemplo de «la flexibilidad» existente en «los países de nuestro entorno».
Para mí que cuando hablan de «nuestro entorno» están pensando sobre todo en Marruecos. Pero ellos lo niegan y dicen que, por el contrario, envidian las legislaciones como la danesa, que otorga una considerable flexibilidad a la hora de la contratación y el despido.
El llamado «ejemplo danés» tiene trampa, por supuesto. Quienes lo propugnan por aquí se fijan sólo en la parte de la realidad danesa que les conviene, dejando de lado el resto. Pero es que el resto es fundamental.
Ocurre con esto como con todo. Si uno se pone a elaborar una Constitución tomando de cada carta magna europea sus aspectos más reaccionarios, le puede salir un texto que resulte poco menos que fascista. Pero si, por el contrario, hace recolección de los aspectos más progresistas de las unas y las otras, a buen seguro que le quedará una Constitución de lo más avanzada. Sin salirse en ninguno de los dos casos «de nuestro entorno».
La flexibilidad danesa en materia de contratación y despido debe ser encuadrada dentro de un contexto de muy amplia protección social y de intervención dinamizadora del Estado en la creación de empleo.
Leo en un trabajo realizado en Francia por el Centro de Estudios sobre el Empleo (CEE) que en Dinamarca «la noción de precariedad carece de sentido». Todo parado danés que haya trabajado 52 semanas en los tres años anteriores a la pérdida de su empleo tiene derecho a percibir el subsidio de paro durante cuatro años. Ese subsidio se eleva al 90% del sueldo que percibía, si éste era menor a 27.000 euros (4 millones y medio de pesetas). El porcentaje desciende según aumenta el sueldo que se ha dejado de cobrar, bajando a un 50% si se trata de sueldos superiores a los 8 millones de pesetas. Transcurrido el plazo de cobro del subsidio, en caso de que el parado no haya encontrado empleo, el Estado le asegura lo que la publicación del CEE define como «un generoso apoyo de larga duración».
Se trata, lógicamente, de un sistema costoso. Dinamarca gasta un 10% de su PIB en subsidios de paro y en medidas de fomento del empleo.
Teniendo en cuenta lo cual, ¿de veras están dispuestos Cuevas y los suyos a respaldar la implantación en España del modelo danés?
Javier Ortiz. Apuntes del natural (15 de agosto de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 12 de agosto de 2009.
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