Me escribe un lector para criticar mi total falta de objetividad. Asegura que se notan mucho las inquinas que siento. Bueno, me tranquiliza. Todo fuera que, después de invertir tanto esfuerzo en dejarlas bien claras, pasaran desapercibidas.
Tiene razón: no soy objetivo. Y no lo soy por dos buenas razones. La primera -sólida, pero menor- es que la objetividad no existe. La segunda y principal es que respeto a los lectores. Puesto que ellos pagan por mis opiniones, tienen derecho a conocerlas sin necesidad de leer entre líneas. Me dan grima esos columnistas y editorialistas melifluos que, cual las monedas -son de la familia-, tienen dos caras. Una fingidamente ecuánime y ajena a las humanas pendencias, de la que se sirven para aparecer en público. La otra, intolerante, sectaria y malababa, que guardan para las conversas en petit comité, casi siempre con un güisqui por delante y varios más en el coleto.
No, no creo en la objetividad. Y menos cuando compruebo cómo son los que se pretenden objetivos.
En lo que sí creo, a cambio, es en la honestidad. Les explicaré cuál es mi idea de la honestidad periodística. Por ejemplo: no me parece honesto atribuir a alguien lo que ni ha dicho ni hecho para mejor poder zurrarle la badana. Tampoco creo honesto utilizar la propia opinión como arma de chantaje, ofreciendo elogios a quien haga lo que nos conviene y amenazando con tratarlo de canalla si no baila al son que le tocamos. Y tampoco juzgo honesto criticar con solemnidad editorial a otros periodistas por discutir con tales o cuales políticos sobre lo que deben o no deben hacer, cuando el anatemizador hace eso mismo un día sí y otro también.
Aquí hay quien confunde el rigor con el jesuitismo. Si un periodista toma partido abierto en política, lo condenan. Pero les parece de perlas si lo hace hipócritamente, como ese mercader que ha acudido a Venecia a proclamarse paladín de la Prensa seria (o sea, aburrida).
La independencia no consiste en no mojarse, sino en mojarse cuando es necesario y por razones que no se guardan en la cartera.
Pero, seamos sensatos: ¿cómo va a entender eso un periodista que es a la vez consejero bancario?
Javier Ortiz. El Mundo (14 de mayo de 1993). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de mayo de 2011.
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