Hablaba ayer sobre los posibles sucesores de Aznar y llegaba a la conclusión de que, consideradas las cosas en frío, es Mariano Rajoy el que reúne menos inconvenientes. El menos frágil de todos los que se están postulando sin postularse.
Hoy publica El Mundo un sondeo según el cual los dos mejores situados en la carrera hacia las dos presidencias -la del Gobierno y la del partido- son Alberto Ruiz Gallardón y Jaime Mayor Oreja. No me extraña nada. Ruiz Gallardón se beneficia de un factor que ya señalé en mi análisis: cae bien a una porción considerable del electorado socialista. Y Mayor Oreja es el favorito de la base social del propio PP, muy en especial de la extrema derecha, carente en España de representación política independiente.
El sondeo de El Mundo confirma también otro elemento fundamental de mi análisis de ayer: cualquiera de los candidatos del PP valdría para derrotar en las urnas a Rodríguez Zapatero, que cumple hoy tres años como secretario general del PSOE y pasa por sus horas más bajas (que ya es decir).
En todo caso, el sondeo de El Mundo tiene tan sólo el valor de una cata de opiniones, sin mayor trascendencia. No sirve para augurar nada, habida cuenta de que la elección del doble candidato del PP no la va a hacer ni todo el electorado, ni el electorado del PP, ni siquiera la base militante del PP. La va a hacer Aznar. Y, aunque el jefe dimisionario no sea del todo insensible a los estados de ánimo de sus seguidores, tampoco es del género que toma sus decisiones al dictado de los sondeos, como sabemos de sobra tras la segunda Guerra del Golfo. Se inclinará por éste o por aquél en función de sus propios criterios, no por lo que nadie le susurre al oído.
Y, o poco lo conozco, o el elegido no será Ruiz Gallardón. A Ruiz ya le ha proporcionado su correspondiente dosis de calmante de la vanidad regalándole la candidatura de Ana Botella para la alcaldía madrileña.
Aznar nunca se ha fiado de Gallardón. No lo ve como hombre de partido y piensa -creo que con mucha razón- que, con él como presidente, las luchas internas desangrarían el PP en un abrir y cerrar de ojos.
Más dudas me ofrece Mayor Oreja. Mayor presenta varios inconvenientes graves. Uno es su adscripción indisimulada a una de las ramas del partido -la eufemísticamente llamada democristiana-, lo que no facilitaría en nada su papel como presidente de todas las familias pepeísticas. Otro es su doblez. Aznar sabe que, a diferencia de él, que cuando no quiere expresar algo se calla o adopta aires de esfinge, Mayor no tiene inconveniente en recurrir a la falsedad. Es un jesuita, capaz de sonreír beatíficamente a la misma persona que va a apuñalar acto seguido. Eso ha ido creando a su alrededor un nada tranquilizador halo de recelos y desconfianzas.
Estoy seguro de que Aznar es consciente de estos dos inconvenientes de Mayor. A cambio, tal vez no perciba en toda su importancia otro, del que él mismo participa, aunque en menor medida: el ex ministro de Interior tiene una obsesión enfermiza por el nacionalismo vasco, en general, y por el PNV, en particular. Su odio, ya importante desde los inicios de su carrera política, se ha convertido en auténtica monomanía tras la serie continuada de batacazos que ha sufrido, uno tras otro, en todas sus apuestas electorales sobre el terreno. Esa fijación verdaderamente freudiana altera de manera decisiva su capacidad de discernimiento y lo convierte en un político unidimensional, capaz de incurrir en muy peligrosas extravagancias.
Mayor Oreja podría ser el mejor de los sucesores de Aznar, eso sí, para quienes razonan con la lógica de que «cuanto peor, mejor». Estoy seguro de que llevaría una y otra vez al PP y al Gobierno a situaciones límite, lo que provocaría antes o después su ruina.
Esa perspectiva no me desagrada, por supuesto. Lo malo es que, en su camino hacia el abismo, los daños colaterales podrían ser muy cuantiosos, y afectar a demasiada gente.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (20 de julio de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 13 de enero de 2018.
Comentar