Carlos Iturgaiz está dolido porque el lehendakari Ibarretxe no se ha puesto en contacto directa y personalmente con él para manifestarle su solidaridad tras el amago de atentado de Zarautz. «El jefe de la oposición ha salvado la vida y él no le dice nada», se queja.
Iturgaiz es genial. No le basta con que el portavoz del Gobierno vasco exprese públicamente la repulsa del Ejecutivo ante la acción de ETA, que apuntaba contra el conjunto de la dirección del PP vasco. Quiere que Ibarretxe le conceda un trato especial a él. A él, que ni siquiera acude a las convocatorias del lehendakari, y que lo descalifica política y personalmente cada dos por tres. ¿Y por qué habría de hacer tal cosa Ibarretxe? Porque él es -dice- «el jefe de la oposición».
¿Y de dónde se ha sacado ese título?
En los sistemas parlamentarios pluripartidistas no existe la figura del jefe de la oposición. Por una razón elemental: la oposición es de muy diversos géneros; no puede tener una jefatura única.
En sus primeros tiempos de presidente de Gobierno, Felipe González decidió nombrar «jefe de la oposición» a Manuel Fraga, que por entonces presidía Alianza Popular. González era consciente de que, mientras el ex ministro de Franco fuera su principal oponente, él tenía Moncloa para rato. Así que lo mimaba todo lo posible. El cargo que González se sacó de la manga para halagar al viejo político gallego llevaba aparejado un puñado de privilegios chorras: que si coche oficial, que si escolta, que si puesto de honor en los actos oficiales... Fraga no fue nunca el jefe de la oposición de hecho, evidentemente, pero sí de derecho, puesto que su nombramiento como tal apareció en el BOE. Era jefe, eso sí, del partido que agrupaba a dos tercios de la oposición.
La lumbrera política que responde por Iturgaiz no reúne ni una sola de esas condiciones. No es sólo que nadie lo haya nombrado jefe de la oposición; es que, además, ni siquiera representa a la mayoría de la oposición vasca. Integran ésta, además del PP, el PSOE, EH, EB-IU y UA. Los dos primeros partidos tienen casi tantos parlamentarios como el del propio Iturgaiz. Si el panorama político de Euskadi tuviera el aire bipartidista que se respira en el Parlamento del Estado, su autoproclamación aún tendría algún atisbo de justificación. Pero es que ni por ésas.
Abreviando: que Iturgaiz ha dicho otra tontería. Y las radios y televisiones españolas han vuelto a coreársela.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (11 de enero de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de abril de 2017.
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