Lo sentenció Deng Xiaoping y les encantó: «No importa que el gato sea blanco o negro; lo que importa es que cace ratones». González lo enarboló como santo y seña. Y lo explicó, a su modo: «El cambio consiste en que España funcione». Aún no mandaba. Ahora se apunta Tony Blair: «La gestión de la economía no es de izquierdas o de derechas; o es buena o es mala».
Empecemos por refutar a Deng. Su frase, de apariencia ingeniosa, se basa en un presupuesto falso: da por hecho que los gatos sólo interesan en tanto que cazadores de ratones. Mi gato es blanco, y eso me importa, porque me gusta cómo es. A cambio, hace tiempo que no caza ratones: su presencia los ahuyentó, y ya no han vuelto. Si me atuviera al criterio de Deng, debería echarlo a patadas: a falta de ratones, ¿para qué hace falta un gato? Pues para muchas otras cosas: para hacerme compañía cuando paseo -siempre me sigue-, para divertirme con sus juegos... Deng, al no considerar de los gatos sino su mayor o menor capacidad para cazar ratones, puso en evidencia su penosa jerarquía de valores, estrechamente pragmática y productivista.
¿Creen que le saco demasiada punta al aforismo de marras? Para nada. Si Deng Xiaoping lo puso en circulación fue para dejar claras sus prioridades: importa producir más y obtener más beneficio; cuanto contribuya a ese objetivo está bien; da igual cómo se consiga. Con esa misma intención lo citan, riéndole la gracia, sus mentores occidentales.
«La gestión de la economía no es de derechas o de izquierdas; o es buena o es mala», apunta Blair. Churras y merinas cuidadosamente mezcladas. Es tanto como decir: «Da lo mismo adónde lleve la carretera; lo que importa es que el firme se halle en buen estado». La gestión económica no es un fin en sí mismo. La política y la eficacia no se excluyen: una misma gestión económica puede ser a la vez mala para la izquierda y buena para la derecha, y a la inversa, porque lo bueno y lo malo no son conceptos asépticos, indiferentes a los muchos conflictos de intereses que existen en la sociedad.
La derecha social -incluidos a estos efectos los Blair, González y demás discípulos de Deng Xiaoping y sus incoloros gatos cazadores- siempre oculta sus intereses bajo el amplio manto del interés general. Su tópico más manido es: «Cuanta más riqueza se genere, más habrá para repartir». Pero, cuando llega la hora del reparto, cambia bruscamente de discurso: entonces opta por entonar jeremiadas sobre lo vacía que está la caja de la Seguridad Social, lo muy invertida que se ha puesto la pirámide de edad, lo caros que salen los viejos y lo mucho que gastan los parados. De lo que deduce alegremente que hace falta contener el alza de los salarios -si es que no congelarlos- y recortar otro poco las prestaciones sociales.
Son insaciables: no sólo utilizan a los gatos para que les hagan el trabajo sucio. Quieren que, además, los ratones mueran contentos.
Javier Ortiz. El Mundo (28 de marzo de 1998). Subido a "Desde Jamaica" el 3 de abril de 2011.
Comentarios
Escrito por: Manuel Pastor.2011/04/03 12:45:54.927000 GMT+2
Cierto
Escrito por: LoQueNoCuentan.2014/08/22 16:19:24.415033 GMT+2