La gran dificultad del combate ecologista reside en que la mayor parte de las veces convoca a la lucha contra males terribles, pero invisibles.
Si alguien te tira un ladrillo a la cabeza, montas en cólera. Si te arrea un bofetón, a lo mejor –o a lo peor– te animas y se lo devuelves. Pero si te bombardea con radiaciones, no le dices nada, porque no te enteras. Y si te envenena con pesticidas, igual. Y si va matando poco a poco el mar a tus espaldas con vertidos industriales o con capturas abusivas, pues lo mismo.
Ya se sabe: ojos que no ven, corazón que no siente.
Algunos venimos denunciando desde hace años la situación de la marina mercante internacional. Es un disparate. Son un disparate las llamadas banderas de conveniencia, eufemismo que tapa las escasas vergüenzas de los paraísos fiscales que amparan legalmente la navegación de buques que no reúnen ninguna condición: cascos que no se aguantan, medios de seguridad que nadie ha puesto a prueba desde el pasado siglo, armadores que apestan a 10 kilómetros, oficiales de fortuna, tripulaciones sin cualificación ni papeles...
Es el neoliberalismo flotante. Hasta que los barcos naufragan, por supuesto. Entonces es el neoliberalismo hundido. Como el Prestige.
Lo único que me alivia del hundimiento del Prestige –espero que ustedes me entiendan– es que el fuel se ve. No es como la radioactividad, ni como el CO2, ni como las partículas de mercurio en el agua. El fuel lo deja todo hecho un asco y expande un olor hediondo.
El fuel promueve la indignación, y la búsqueda de culpables, y la exigencia de responsabilidades.
Los gobernantes de nuestro tiempo están acostumbrados a disimular su desenvoltura de aprovechados y su desinterés real por la colectividad detrás de una nube de palabras altisonantes. Ante desastres lejanos (Bruselas, FMI, Wall Street) repletos de referencias abstractas e inasibles para el común de los mortales (diferencial de inflación, tasa de gasto público, PIB), sus tácticas de distracción suelen surtir efecto. Se desprestigian, sin duda, pero muy lentamente.
El Gobierno del PP ha querido camuflar su racanería en la lucha contra la marea negra del Prestige -racanería doble: en el gasto de medios materiales y en la inversión de esfuerzos personales– perorando sobre el asunto cual si estuviera refiriéndose a la disminución de dos décimas en la tasa de crecimiento.
Mucha gente no sabe qué le va en lo de las dos décimas. El fuel es otra cosa. El fuel es visible. Ensucia y hiede. El fuel es una bofetada en la cara.
En esta ocasión les va a costar mucho lavarse las manos.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (10 de diciembre de 2002) y El Mundo (11 de diciembre de 2002). Hay algunos cambios, pero no son relevantes y hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 2 de enero de 2018.
Comentar