Sí, es evidente: este hombre no ha digerido su derrota. La sigue teniendo atragantada, clavada en el píloro. Aún se sofoca cuando recuerda lo sucedido el 14-M. No soporta la idea de haber hecho el ridículo.
Porque lo hizo. Durante más de un año, trabajó sobre el supuesto fijo de que su partido iba a ganar las elecciones. De que las iba a ganar, además, de calle. Es ese apoteósico error de cálculo el que trata de justificar, arguyendo que todo se torció por culpa de los atentados del 11-M. Poco dado a asumir la complejidad de las realidades, no se da cuenta de que esa explicación de su derrota es tan simple como tonta. Simple, porque es absurdo creer que los electores cambien de opinión de la noche a la mañana y en razón de un solo factor. Tonta porque, para que esa justificación valiera de algo, habría de partir del reconocimiento de que su actuación anterior había sentado las bases para que se le pudiera achacar alguna responsabilidad en la matanza. Ahora comprende que patinó lastimosamente cuando dio por hecho que su prestigio era tan alto que podía permitirse tranquilamente contrariar a la ciudadanía en lo que le viniera en gana.
Dije en su día que había un aspecto de la trayectoria de Aznar como presidente -uno- que me merecía un punto de consideración: prometió que no volvería a ser candidato a la reelección y cumplió. Pero ahora está demostrando que es incapaz de estar a la altura de su propia decisión. Ni ha digerido su derrota ni ha asimilado que ya no es el jefe de su partido. Trata de marcar el paso a Rajoy desde fuera, hablándole desde la zarza de la fundación FAES, cual Yahvé a Moisés.
El resultado no es bueno para él, pero a cambio es nefasto para Rajoy, que se ve desautorizado por el Bajísimo en las dos decisiones fundamentales que ha adoptado en los últimos tiempos: admitir la posibilidad de que se reforme la Constitución Española y aprobar la Constitución Europea.
Está visto que el poder es una de las drogas más adictivas que hay. Todos dejan la Presidencia del Gobierno diciendo que qué bien, que por fin van a poder dedicarse a sus actividades favoritas, desde el cuidado de bonsáis a la lectura intensiva de poesía. Y, en cosa de nada, ya están de nuevo metiendo baza. ¿No se dan cuenta de que su soberbia resulta nefasta para los suyos? Supongo que la atención de su ego no les deja tiempo libre para nada más.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (6 de julio de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 5 de junio de 2017.
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