El delegado del Gobierno en el País Vasco, Enrique Villar, dijo ayer que le gustaría ver entre rejas al presidente del Parlamento de Vitoria, Juan María Atutxa, y al lehendakari Ibarretxe. Ha sido muy comentada en los medios capitalinos esa salida tan suya. A cambio, apenas se ha comentado la anterior, sucedida hace unos días, en el curso del homenaje a una víctima de ETA. El lehendakari comenzó su intervención en euskara, y Villar se puso a hacer ostentóreos gestos de desagrado y se preguntó en voz alta si Ibarretxe no sabe español. Semejante actuación motivó que el portavoz del Gobierno vasco le exigiera públicamente excusas y reclamara al Ejecutivo de Madrid su destitución fulminante, ninguna de las cuales dos cosas se ha producido, como es bien sabido.
Villar es un pendenciero que se dedica a crispar la situación política vasca con sus continuas patas de banco. Su leit motiv obsesivo es la identificación del nacionalismo vasco, en general, con la violencia de ETA, dando por hecho que el uno y la otra forman un todo inextricable.
He dicho que se dedica a eso y alguien me objetará: «Se dedicará a eso... y a más cosas». Pues ahí está parte del misterio: por lo menos en lo que afecta a la faceta pública de su existencia, no tiene más actividad conocida que ésa. La política para Euskadi del Gobierno central se decide sin contar para nada con él, en instancias superiores: entre Aznar y Mayor Oreja, principalmente. Y se aplica del mismo modo. Villar tiene la agenda más disponible del mundo: nadie espera de él que se encargue de ninguna tarea práctica, y él pone el máximo empeño en no defraudar esas expectativas.
Villar posee una personalidad simplicísima: es un energúmeno en estado prácticamente puro. Pero eso es lo de menos. Energúmenos hay en todas partes y en casi todos los bandos. Lo que interesa determinar es por qué Aznar decidió nombrar -e insiste en mantener- como delegado de su Gobierno a un provocador como éste.
Y la respuesta es inevitable: porque aplica conscientemente una política de enfrentamiento y de división social. No busca pacificar. Busca gresca.
De modo que el problema no es Villar, sino Aznar.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (16 de noviembre de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de enero de 2018.
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