Así, de entrada, puede sorprender lo mal que se ha tomado el Gobierno Vasco la nota hecha pública por la dirección de Confebask en la que la organización empresarial manifiesta su escaso entusiasmo ante la propuesta de Ibarretxe sobre unas posibles nuevas bases de relación de Euskadi dentro del Estado español.
Por regla general, los empresarios (en Euskadi, en Sebastopol y en Katmandú) no son nada amigos de las incertidumbres. Suele decirse que no hay nada más miedoso que el dinero, aunque el axioma pueda tener sus excepciones (la de los fabricantes de armas, por ejemplo). En esas condiciones, la reacción de Confebask no debería extrañar gran cosa.
Algunos opinantes vascos incluso se han molestado con Ibarretxe por la importancia que ha dado a la reacción empresarial. Le han contestado que el empresariado representa a una parte numéricamente insignificante de la población y que las inclinaciones decididamente españolistas de lo más florido de la alta burguesía vasca son proverbiales. Un veterano periodista vasco me ponía una muestra difícilmente discutible: «Mira en las esquelas de Neguri los nombres de pila de la gente mayor... Podrían ser de Madrid. Siempre se han sentido mal en su piel de vascos».
Pero la preocupación de Ibarretxe no creo que venga dada por la oposición que puedan manifestarle los miembros del Consejo de Administración del BBVA -para mí que no esperaba su adhesión inquebrantable-, sino por las grietas que puedan abrirse en los puentes tradicionalmente sólidos que unen al PNV con el grueso del empresariado vasco. Hay motivos para pensar que Román Knörr, presidente de Confebask, ha forzado las cosas para decir más y peor de lo que la mayoría de los afiliados a la organización empresarial -sobre todo de Guipúzcoa, pero también de Vizcaya- hubieran deseado. Y eso ha removido los cimientos del tinglado. Ya hay en marcha un documento, que al parecer van a suscribir trescientos empresarios, en el que vendrán a recomendar a este Knörr, en tan escasa sintonía con otros prominentes miembros de su familia, que modere sus impulsos personales o que renuncie a representar al estamento.
Lo que probablemente no se sabe fuera de Euskadi, porque nadie ha tenido interés en resaltarlo, es que la declaración de Román Knörr (pronúnciese Kener), si se mostraba reticente con el plan de Ibarretxe, aprovechaba también para poner de vuelta y media al Gobierno de Madrid, reprochándole no estar dando cumplimiento a lo establecido por el Estatuto de Autonomía. De modo que la Prensa del Santiago y cierra España tampoco tiene demasiados motivos para jalear a don Román. A no ser que se conformen con lo que sea, con tal de que se oponga a Ibarretxe.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (13 de octubre de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de enero de 2018.
Comentar